El Porvenir de Cuitzeo

“Madre solo hay una” Voz popular

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Dr. Rogelio Díaz Ortiz

Los festejos por el Día de la Madre, en nuestro país, surgieron en 1922 por iniciativa del entonces Secretario de Educación, José Vasconcelos y del periodista Rafael Alducín.

Existen varias versiones, algunos afirman que se escogió el quinto mes del año por ser el consagrado a la Virgen María y el día 10 porque en aquella época en México se pagaba en las decenas.

Otras voces señalan que la primera ocasión que se festejó a las madres en México fue en 1913, en el Estado de Oaxaca.

Quienes gustan de las estadísticas comentan que existen alrededor de 2000 mil millones de madres en el mundo; la edad promedio en que las mujeres eligen ser madres es a los 25 años; nacen cuatro bebes cada segundo; es el ser más venerado en nuestro país; a la mayoría les gusta recibir como regalo el Día de las Madres: la presencia de sus hijos, flores, joyas, dulces y viajes.

La figura de la Madre es icónica ya que su presencia es vital en todas las etapas de la vida, es insustituible, representa a la mejor de todas las mujeres, inspira, aconseja, protege y apoya de manera incondicional.

Robert Browning ha hecho un bello concepto de la Maternidad al señalar que “todo amor comienza y termina ahí“.

De manera inspirada hay quien dice que… “La vida no viene con un manual de instrucciones, viene con una mamá”

Se dice que el amor de una madre es ciego, leal, ilimitado y necesario para la salud física, mental, emocional e incluso espiritual de sus hijos.

Su figura se agiganta cuando parte con rumbo al firmamento dejando una huella imborrable y un vació existencial que solo lo compensa el recuerdo de su infinito amor.

NO existe en nuestro país mayor afrenta que dirigirse a ella de manera peyorativa o violenta, logrando “calentar” al más gélido de los mexicanos.

Dorothy Canfield Fisher escribió que “Una madre no es una persona en la que apoyarse, sino una persona en la que hacer que apoyarse sea innecesario”.

En México la célula fundamental de su sociedad es la familia y de ella la Madre es su corazón y líder.

Las madres tienen la cualidad de sumar en unidad la diversidad de cada uno de sus hijos para construir proyectos comunes en donde sus deseos no se cuestionan ya que su sonrisa es infalible y su regaño aleccionador.

Sin duda alguna nuestras mamas son las únicas trabajadoras que nunca tienen vacaciones, cuidan nuestros sueños, nos proveen de alimentos, curan nuestras heridas, se ríen de nuestros chistes, lloran de felicidad con el menor de nuestros logros y siempre nos ven como el más apuesto de los galanes o como la más hermosa princesa ya que ella NO tiene hijos feos.

Las mamas son creadoras de frases que marcan nuestra existencia, quien no recuerda la clase de oftalmología: “Verás cuando lleguemos a casa” o su categórica oratoria expresada en … “Te lo dije” … “Te lo comes, aquí no es restaurante” … “Te cuento tres” … “Te calmas o te calmo” …

Recuerdo con nostalgia a mi madre que de manera pausada me decía cuando visitaba mi casa… ¡Por favor trátame como visita!, al preguntarle porque, con una picara sonrisa me decía: “Así me das el mejor lugar de tu casa, me sirves en tu vajilla especial, me sientas en un lugar de privilegio y lo mas importante… me brindas atención y tiempo”.

No puedo olvidar cuando al cumplir cuarenta años de casada, con mi papa, le pregunte: ¿Cómo ha hecho para que durante este tiempo NO te haya visto quejarte y parecer que todo se encuentra bien?… me miro con infinito amor al contestarme: “Ha sido sencillo, a veces no veo, otras no escucho y tu padre siempre ha pensado que el manda”, sin duda era extremadamente sabia y creativa mi madre.

Desde el fondo del corazón y lo más íntimo de mi esencia agradezco al creador por la madre que me asigno.

Extraño su presencia física, pero, NO hay día en que falte motivo para “comunicarme” con ella, para encontrar fortaleza y asertividad en la toma de decisiones, para pedir su ayuda y gestión ante el creador para resolver mi cotidianidad por lo que puedo afirmar que Doña Pera jamás se ha ido solamente decidió que su morada permanente fuera mi conciencia y mi corazón.

El afamado Rudyard Kipling nos legó la afirmación “Dios no podía estar en todas partes a la vez, y por eso creó a las madres”.

No puedo concluir esta oportunidad sin expresar mi admiración y felicitación a todas las madres del mundo, esperando que la vida les premie su indeclinable amor por sus hijos.

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