Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Hoy en día uno de los retos más difíciles de enfrentar es lograr establecer adecuadas y sólidas relaciones humanas.
Quizá todo inicia con la volatilidad de la información, los nuevos códigos y formas de comunicación, la apatía de algunos y la intolerancia de otros, la perdida de tradicionales valores y el surgimiento de antivalores, todo ello a una gran velocidad que establece “nuevos” formas de ver, sentir y vivir la vida.
La interpretación entre saludo “amistoso” y acoso es una línea muy delgada que “enrarece” la relación entre compañeros, docentes y alumnos, jefes y subordinados.
Medidas sanitarias actuales “impiden” el tradicional apretón de manos, abrazo y beso en la mejilla para ahora expresarse el saludo con un movimiento de los ojos, la flexión del torso, el “toque” de los codos, puños o piernas.
La comunicación en casa compite hoy en día con la atención que todo mundo le brinda a su “majestad” el teléfono celular.
Atrás ha quedado el control que nuestros padres ejercían tan solo con una mirada para dar paso a los derechos de los niños, derechos humanos, principios de inclusión, equidad e igualdad, etc., etc. transformando la comunicación en breves monólogos y el ejercicio de “valores entendidos” siendo “más efectiva” a través de un chat o un mensaje de texto.
Sin embargo, sigo pensando que la solución se encuentra en lograr comunicación fluida y efectiva con los demás, reconociendo que “irresponsablemente” caemos con frecuencia en actitudes que sólo la complican, dificultan o impiden.
Ejemplos de ello lo es reaccionar intempestivamente y sin aparente motivo bloquear o abandonar el dialogo.
El uso reiterado de expresiones ofensivas que dañan de manera contundente a las demás personas, pero también a nosotros. Interrumpir abruptamente una conversación es una manera de manifestar violencia en contra de la otra persona.
Con los monólogos sucede lo mismo. En el fondo, sólo se quiere tener “la última palabra”, nulificando la perspectiva y argumentos de la otra persona, tomando la ruta fácil de suspender la conversación evitando encarar lo que atenta contra nuestro poder, menospreciando al otro con nuestra huida.
Hemos perdido la capacidad de escuchar e interesarnos por los demás encaminando nuestra atención a una Tablet, la televisión o el teléfono. Con esa actitud, sólo logramos quedarnos solos.
Es importante evitar el uso de la comunicación para sermonear o hacer sentir a los demás que somos dueños absolutos del conocimiento o la razón, no en vano mi madre decía: “Consejo no pedido es consejo no agradecido”.
Es inútil regodearse en el pasado. Retomar rencillas o heridas del pasado para discutir sobre el incidente actual, no permite que sanen las lesiones de ninguna relación, el mejor instrumento para mantener una comunicación pulcra, es el perdón. Perdonar es ver la vida de otra manera, es verla desde el corazón, no desde la razón.
Es importante abandonar la ironía y el sarcasmo que pudieran interpretarse como agresividad que transforme la comunicación en un acto de violencia. ¿Necesitas tener siempre la razón? ò solo lo haces por tener el poder en la conversación, lo cual sin duda alguno nos alejará de los demás y “ganando” estaremos perdiendo pareja, amigos y familiares.
“Explicación no pedida, acusación manifiesta”, dice el viejo refrán. Hacer aclaraciones que no se han solicitado, demuestra que te estás sintiendo atacado, por lo que te defiendes “a priori” en una reacción que es producto del miedo y la rabia.
El Amor nunca grita, por el contrario, susurra… generalmente no nos damos cuenta, pero cada vez que hablamos a gritos, estamos agrediendo a nuestro interlocutor. El tono y volumen de nuestras palabras acercan o alejan a la otra persona, mientras más bajo el volumen más cerca estamos del corazón y los sentimientos de quien nos escucha.
Hablar siempre con claridad, transparencia y verdad. Si algo te ha molestado de la otra persona, háblalo en su momento, o hazlo a la brevedad posible, si hacerlo en el momento fuera inapropiado, no acumules motivos para discutir algo haciendo que la situación se “contamine” y/o complique.
Evitar hacer de una “suposición” el eje para el establecimiento o interrupción de la comunicación. Generalmente las dudas nos hacen asumir o suponer aquello que no entendemos, y muchas cosas simplemente las damos “por hecho”.
Es preferible preguntar y aclarar las cosas para así tener certeza en lo que digas o hagas. No es necesario involucrar a terceras personas en una discusión, ni buscar que otros intercedan por ti o que se conviertan en tus defensores. Puedes pasarte la vida esperando que los demás cambien, y seguirás esperando, y los demás no necesariamente cambiarán.
El mundo entero es un eco: sólo repite lo que tú dices…es un boomerang, te devuelve lo que le has enviado. Tú puedes decidir lo que quieres oír, lo que quieres ver, lo que quieres recibir. …si realmente lo quieres… si es que usas con eficiencia el lenguaje del amor.
Estoy convencido que indiferencia, desidia, prisa, lugar, tema, supuestos y en ocasiones predisposición son veneno puro para el establecimiento de una comunicación efectiva, sincera, útil y trascendente.
A mayor preparación y edad es mayor el compromiso de tolerancia, respeto y deseo de “entendimiento” aunque la falta de educación y la juventud no deben ser excusas para permitir malas palabras, agresión física, verbal o psicológica ni cualquier otro tipo de acción que demerite la ansiada y necesaria comunicación efectiva.
Nuevos tiempos, nuevas reglas, nuevos individuos y nuevos valores obligan a quienes vivimos en este siglo y aldea global a magnificar coincidencias, diluir aparentes diferencias, tener mente abierta y gran capacidad de adaptación de lo contrario será imposible que la comunicación sea utilizada para crecer como sociedad y para aprender como individuos.