Dr. Rogelio Díaz Ortiz
De manera casi imperceptible el tiempo realiza su rutinario transcurrir sin que nada ni nadie lo pueda detener.
Estamos a unas horas de que concluya el 2022, año de múltiples retos, contrastes, experiencias y enseñanzas.
A lo largo de los últimos meses hemos enfrentado la aparición de nuevas cepas del COVID 19 por lo que el miedo y la incertidumbre provocada por la pandemia aún se encuentran entre nosotros.
A pesar del incansable trabajo que realizan los científicos, el amoroso cuidado de los médicos, la recurrencia en la utilización del cubrebocas, mantenernos a sana distancia, lavarnos las manos con frecuencia y utilizar gel antibacterial, la verdad es que las estadísticas de contagios y defunciones causadas por el virus nos recuerda la fragilidad que poseemos.
2022 nos dio la oportunidad de reencontrarnos con familiares y amigos, a “especializarnos” en el uso de la tecnología para establecer canales de comunicación a distancia, a volver poco a poco a iglesias, escuelas, oficinas, centros comerciales y de espectáculos, cines, teatros, estadios de futbol, gimnasios y las calles mismas.
Apegos, afectos, valores, planes y metas se transformaron y adecuaron al nuevo ritmo de la dimensión del tiempo, emergiendo la atención a lo urgente, aunque sin descuidar lo importante, haciendo del presente lo principal y del futuro algo que puede esperar.
Hoy a punto de concluir el 2022, debemos ser agradecidos por la vida y las oportunidades laborales, por el aprendizaje en la derrota y la exquisitez de la victoria, por la compañía de la familia y la solidaridad de los amigos, por a pesar de todo y contra todo mantenernos de pie.
Ha sido este un año en que la guerra en Ucrania nos ha causado desasosiego y tristeza, siendo impotentes testigos de lo que la fuerza y el poder provocan.
Hemos contemplado la entronización del equipo de futbol de Argentina como campeón de la copa del mundo celebrada en Qatar y del fracaso de la selección mexicana en el mismo certamen.
De la fascinación por Leonel Messi y del dolor causado por la muerte de Edson Arantes, mejor conocido como Pelé.
De igual manera, del regreso de LULA Da Silva como presidente de Brasil, de la “caída” y encarcelamiento del presidente de Perú, del atentado contra la vida de la vicepresidente de Argentina y de la presunción de plagio por parte de una Ministro de la Suprema Corte de la Nación para obtener el grado de licenciatura en Derecho
De manera personal 2022 ha quedado marcado en mi conciencia y corazón por la muerte de que mi querida hermana PERITA, por el inesperado ingreso a la Academia Nacional de Historia y Geografía, por el reconocimiento que me otorgó la Universidad La Salle Morelia, así como por la “designación” de mi nieto PATRICIO como Síndico del Cabildo Infantil del Ayuntamiento de Morelia.
Tuve la bendición de realizar varios viajes en los que disfruté de maravillosos paisajes, deliciosos olores y sabores, la convivencia con mi familia y el encuentro con viejos amigos, sin menoscabo a la integración de nuevos afectos a mi vida.
En todo momento he tenido la conciencia plena de la presencia de Dios, respetando a todo aquel que tiene una concepción diferente a la mía.
Aprendí que vivir con “Espiritualidad” no significa fanatismo ni xenofobia alguna, que el ser tolerante con quien piensa diferente es un principio básico de “unidad en la diversidad”, la cual enriquece la visión colectiva y permite construir escenarios conjuntos de trabajo, armonía y paz.
Mantuve permanente y rica comunicación con los fieles lectores de UNIVERSO ESTUDIANTIL, publicada en nuestras redes sociales y en el Periódico “El Porvenir de Cuitzeo”, con quienes gustan de escuchar mi modesta opinión a través de la señal de Radio Tele y Vox FM, así como de quienes semana a semana ingresan a Spotify para buscar el Podscat “ÓPTICAS CONSTRUCTIVAS”.
En fin, el 2022 fue un extraordinario ciclo de aprendizaje del cual partiré hacia el logro de nuevas metas y desafiantes retos en los que siempre tendré en mente la afirmación de que… “Ni todo lo bueno ni todo lo malo es para siempre”.
La ocasión me es propicia para agradecer, desde la generosidad de este espacio de reflexión, su permanente compañía a lo largo de este año, sus apreciados comentarios y valiosa confianza.
Finalmente, con todo lo maravilloso que esta frase conlleva, apreciado lector o escucha le deseo un ¡extraordinario fin del 2022!, no sin antes invitarle a que ¡Viva la vida con plenitud! y a que sea ¡feliz… feliz… feliz!