Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Sin duda que una de las etapas más emotivas de la vida es la niñez ya que suele acompañarse de candor, inocencia, fantasías, confianza e ilusiones.
Esta efeméride se festeja en todo el mundo en muy diferentes fechas, en México el gobierno del general Álvaro Obregón lo estableció para cada día 30 de abril.
La OEA y la UNICEF integraron la denominada declaración de los principios universales de los niños, el 12 de abril de 1952, con la intención de protegerles del maltrato y la desigualdad.
Respecto al marco legal, los Derechos Humanos de niñas, niños y adolescentes están mencionado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se destacan: Derecho a la vida; a la educación; alimentación; a la salud; al agua; a la identidad; libertad; y a la protección.
Son los niños y jóvenes el presente y no el futuro, son el activo en el que se soporta la confianza de toda la nación en que tendremos tiempos mejores.
Conforme avanza nuestra edad reprimimos la espontaneidad de nuestra niñez, nos alejamos del interés de saber el ¿Por qué? de las cosas, se diluye nuestra capacidad de asombro, la confianza hacia los demás y pareciera que “aceptamos”, como señalaba Walt Disney, que envejecer es una obligación y que crecer es opcional.
No en vano deambulan por las calles muchos jóvenes viejos y uno que otro viejo – joven, en clara alusión a que la edad se instala en la mente de las personas y no necesariamente corresponde a una etapa cronológica.
La Madre Teresa de Calcuta afirmaba que “los niños son como las estrellas, nunca suficientes” para un mundo que les requiere para en ellos poner sus esperanzas y construir su futuro.
Algunos afirman que no obstante que crecemos y envejecemos con cada segundo que transcurre, en nuestro corazón existe un niño que nos acompaña para recordarnos como sonreír y soñar.
Aristófanes afirmo que “la vejez es la segunda infancia”, en tanto que Anthony Robbins señala que “jamás es demasiado tarde para disfrutar de una infancia feliz”.
Los adultos tenemos la obligación y responsabilidad de enseñar a los niños lo que es el amor, la libertad y la verdad, que todo derecho viene acompañado de una obligación, que el cielo es el límite de sus aspiraciones.
No debemos olvidar que los niños aprenden del ejemplo de sus padres, maestros y entorno en general, por lo que es necesario ser estrictamente congruentes entre lo que decimos, pensamos y finalmente hacemos ya que será replicado por ellos.
Los niños NO tienen miedo de equivocarse, sonríen al aprender o descubrir algo “nuevo”, creen en las promesas, en la visita de Santa Claus y la llegada de los Reyes Magos.
Un niño hace preguntas que aún el hombre más sabio no sabe contestar ya que ellos siempre saben lo que la mayoría hemos olvidado.
Sin duda alguna Manuel Benítez Carrasco logro expresar en su poesía “Romance del niño que todo lo quería ser” la esencia, sentido y espiritualidad del niño … dice así:
El niño quiso ser pez, metió los pies en el río;
…estaba tan frío el río que ya no quiso ser pez. El niño quiso ser pájaro,
se asomó al balcón del aire;
…estaba tan alto el aire. que ya no quiso ser pájaro.
El niño quiso ser perro, se puso a ladrarle a un gato;
…lo trató tan mal el gato que ya no quiso ser perro. El niño quiso ser hombre, empezó a ponerse años;
…le estaban tan mal los años que ya no quiso ser hombre.
Y ya no quiso crecer, no quería crecer el niño;
se estaba tan bien de niño… pero tuvo que crecer.
Y en una tarde, al volver a su placeta de niño
el hombre quiso ser niño, pero ya no pudo ser.
Con respeto y cariño dedico esta modesta colaboración a TODOS los niños que habitan nuestro planeta, a los pequeños y grandes, a los de ayer… hoy y siempre… de manera especial, a mi amado nieto PATRICIO.