Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Se festeja durante esta semana a uno de los personajes más influyentes e importantes de nuestra sociedad, un profesional que tiene la responsabilidad de trabajar en la construcción de la conciencia educativa de niños, jóvenes y adultos.
En nuestro país el festejo del “Día del Maestro” fue instituido en el año de 1917 por el presidente Venustiano Carranza.
En mayo de 1950 el Papa Pio XII ratifico a San Juan Bautista de La Salle como patrono universal de todos los educadores.
La reciente pandemia “desnudo” muchas de nuestras carencias: sentido de organización, capacidad de respuesta ante una urgencia, trabajo efectivo en equipo, creatividad, tabúes, resistencia al cambio y una resiliencia “dormida”.
La dimensión tiempo cambio, la percepción sobre la salud y la propia vida se modificaron, expresándose de manera contundente en el entorno, afectos, comunicación, alimentación, convivencia, economía, empleo y por supuesto en la educación.
Las instalaciones educativas se convirtieron en espacio vacíos e inseguros por lo que los lideres académicos iniciaron un trabajo acelerado para encontrar mecanismos eficientes para no detener el proceso formativo de los millones de escolapios de todos los niveles.
El reconocimiento de herramientas de la web se contrasto con la pobre cobertura de internet, la ausencia de profesionales en el diseño instruccional se hizo evidente, así como la pobre experiencia, de la mayoría, de los docentes para interactuar con sus estudiantes de manera virtual.
Los científicos trabajaron a marchas forzadas para crear una vacuna, el personal de la salud se entregó, sin descanso para generar protocolos efectivos para el tratamiento de la mortal enfermedad, muy a pesar de no contar con los insumos requeridos.
Los Maestros hicieron acopio de voluntad y compromiso social para atender a los educandos dejando atrás gises y pizarrones sustituyéndolos por tabletas y computadoras, en un ejercicio ajeno a su formación académica, pero posible gracias a su voluntad y amor por la educación.
Para nadie resulta un secreto que el alumno aprende del ejemplo y la congruencia, por lo que los Maestros deben poseer vocación y asumir con responsabilidad el trascendental rol de educadores, por lo que su actuar deberá ser siempre “apegado” a valores, disciplina, rectitud y honradez.
La exponencial cantidad de información y conocimientos que se genera todos los días, ha provocado que nadie sea capaz de dominar todos los temas, como antes lo hacían los Maestros.
Hoy en día, el Maestro “dejo” de ser el dueño del conocimiento para transformarse en guía, asesor, motivador, facilitador y líder que comparte experiencia, conocimientos, rutas y caminos para acompañar a sus alumnos al encuentro con el conocimiento.
Lo anterior, obliga al Maestro a ser también un asiduo estudiante que se actualiza y renueva, encontrando mecanismos para que sus clases sean lúdicas, interesantes, útiles y trascendentes.
Por supuesto, es prioridad que el Maestro se encuentre en el aula, presencial o virtual, para conducir el proceso educativo ya que su ausencia retarda y evita que sus alumnos avances, crezcan y trasciendan de manera holística en la sociedad.
Un buen Maestro no deja nada “por visto”, es justo en su evaluación, evita que la calificación que otorga a sus estudiantes no sea tan severa, pero tampoco genere “espejismos” de excelencia “regalando” dieces a diestra y siniestra.
Estoy convencido que el presente y futuro de la nación se decide, a partir, del modelo educativo que se aplica, por lo que NO debe “contaminarse” con siglas, colores, partidos políticos, ideologías religiosas ni caudillos.
Más allá de ceremonias o día de asueto a los Maestros se les debe honrar proporcionándoles un mejor salario, capacitación permanente, insumos para realizar su trabajo, espacios adecuados, laboratorios equipados y bibliotecas funcionales.
Afirma William Arthur Ward que “El educador mediocre habla. El buen educador explica. El educador superior demuestra. El gran educador inspira”.
A lo largo de mi vida he escuchado que la educación de calidad puede ser cara, pero lo es más la ignorancia ya que esta diluye, evapora y desaparece la conciencia individual y colectiva de una nación.
Dedico esta sencilla reflexión a todos mis Maestros, así como a quienes han decidido delinear desde las aulas el presente y futuro de nuestro país.
¡Feliz 15 de mayo, feliz día del Maestro!