La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través de la Coordinación Nacional de Artes Visuales, rindieron un sentido homenaje póstumo al pintor chiapaneco Enrique Estrada, fallecido el pasado 3 de agosto del año en curso.
El homenaje se llevó a cabo el miércoles por la noche en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes con la asistencia de la coordinadora nacional de Artes Visuales, Lluvia Sepúlveda, en representación de la directora general del Inbal, Lucina Jiménez López; los especialistas Miriam Kaiser, Juan Inés Abreu, Erik Castillo y, vía remota, Walther Boelsterly, así como los familiares del artista Rebeca, Helena, Erik, y Jennifer Estrada, entre otros, además de amigos y público en general.
En el acto, que contó con la participación de un ensamble de la Orquesta Sinfónica Nacional para interpretar una pieza musical, Lluvia Sepúlveda destacó la reunión celebrada en aras de honrar “el extraordinario viaje artístico de Enrique Estrada, un artífice cuya obra encarna la esencia del discurso pluralista en el mundo del arte”.
Su obra —dijo— es un testimonio de su versatilidad y compromiso para explorar diversos medios, soportes y estilos, trascendiendo las fronteras de la convención para crear una narrativa distinta dentro de la escena artística mexicana contemporánea.
El homenaje inició con palabras de Enrique Estrada leídas por su familiar Erik Estrada: “La pluma recuerda lo que fui invocado en mis huellas frente al espejo. Acaso estas palabras que no pronuncié quieren dejar testimonio de lo que llevó nombre y apellido: Enrique Estrada”.
Luego se proyectó una video-semblanza que fue preparada por los familiares del pintor chiapaneco, en el que destacan las palabras del maestro Estrada: “Vivir, amar, pintar; luego volver a vivir, amar y pintar (…) Hice del arte mi vida, mi compañero y mi reposo”.
En su momento, la gestora cultural Miriam Kaiser se refirió a su amigo Enrique Estrada como “un artista mexicano en el más amplio sentido de la palabra”, porque, afortunadamente ha legado la muestra de ello: no solo vivió para realizar su trabajo artístico, sino también cómo lo ejecutó, cómo trabajó su obra, porque lo que siempre le preocupó fue la técnica con que hizo cada pieza de su extensa obra para que fuera contundente”.
Recordó, entre otros temas, su apego al retrato, como el que hizo de Gabriel García Márquez, quien al verlo lo calificó de “magistral”, y agregó que era “más auténtico y original” que el mismo escritor colombiano.
Por su parte, Juana Inés Abreu hizo una paráfrasis de “un boceto de su amistad” con Enrique Estrada, “un alma renacentista que nació 500 años después en el Continente Americano” para convertirse en un artista educado, talentosísimo y pensador. “Sus palabras fueron siempre amenas, llenas de un profundo amor al conocimiento y al arte”.
En un enlace remoto, el promotor y gestor cultural Walther Boelsterly recordó sus pláticas con el homenajeado acerca de las técnicas pictóricas, lo que lo llevó a establecer una estrecha amistad con él. Asimismo, se pronunció por la necesidad de revalorar y difundir la obra de Enrique Estrada, una tarea en la que él se ha comprometido para dar el lugar que merece en el contexto de la plástica nacional.
En su momento, el crítico de arte y curador Erik Castillo hizo referencia a ese tránsito al que todo ser humano está destinado, que es la ausencia. Respecto a Estrada señaló: “Él era un artista articulado, un rara avis, que al mismo tiempo podía ser un gran conversador y un artista que trabajaba por horas, años en silencio”, por lo que podía estar y no estar y, así, escapar a las etiquetas, reconocer a sus maestros, pero ser él mismo, como lo hizo en vida”.
Finalmente, Rebeca Estrada, hija del artista, hizo un “retrato hablado” de su padre Enrique Estrada como un hombre estricto y dedicado a su trabajo, pero siempre dispuesto a compartir sus conocimientos. Mencionó que siempre conservó una mirada cursiosa e ingenua, abierta al conocimiento y la experimentación y que contenía en sí mismo una gran ternura, lo cual caracterizó su relación de padre e hija, “de una hija que lo ama y siente su ausencia cada día”.
Enrique Estrada (1942-2023) fue recordado por sus aportaciones a la pintura a través de la exploración de temas históricos y el desarrollo de obras inspiradas en la escultura clásica antigua, con lo que no solo redescubrió y reinterpretó de manera única los símbolos del poder y su representación en la era contemporánea. Asimismo se enfatizó su gran labor como retratista ya que lograba ahondar en los detalles físicos pero también emocionales de los personajes representados.