Ricardo Fernández Ortega, maestro de las artes plásticas y oriundo de Durango, ha tejido su camino en el mundo del arte por más de 35 años, marcando su presencia tanto en México como en escenarios internacionales.
Con estudios en la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la Universidad Juárez de Durango y talleres con maestros de la talla de Enrique Estrada y Benjamín Domínguez, Fernández Ortega se define en entrevista como un pintor realista, aunque asegura que su obra profundiza en lo surrealista y clásico, inspirada en la riqueza del barroco y el tenebrismo.
“Mi acercamiento al arte comenzó con un gusto obsesivo por dibujar, encontrando en esa práctica un refugio mental, una forma de canalizar mi atención plenamente en una tarea y alejar los pensamientos dispersos que me abrumaban. Desde antes de mi formación académica, el dibujo fue mi constante”, recuerda Fernández Ortega.
Esta pasión por el dibujo fue el preludio de una carrera distinguida por la exploración de temáticas surrealistas y clásicas, donde el juego de luces y sombras juega un papel primordial.
Su estilo, según afirma, ha mantenido una constancia que refleja los intereses de su infancia, evolucionando en destreza y en la capacidad de cristalizar visualmente sus intenciones estéticas.
De acuerdo con Fernández Ortega, sus obras son un diálogo con su inconsciente, utilizando un “alfabeto” personal de personajes, accesorios, símbolos y contextos que dependen de su estado de ánimo.
“La selección de estos componentes depende en gran medida de mi estado emocional en el momento de crear. No pretendo enviar un mensaje específico a través de mis obras; mi objetivo es puramente estético, permitiendo que mi intuición guíe el proceso creativo”, explica.
Asimismo, comenta que la influencia de sus mentores ha sido significativa en la definición de su identidad artística. El maestro Estrada, por ejemplo, le introdujo al claroscuro, aspecto que sigue siendo central en su obra. Sin embargo, fue con Benjamín Domínguez donde formó el encuentro más significativo, aprendiendo no solo técnicas y conceptos, sino también encontrando un camino hacia el progreso profesional.
Respecto a la recepción de su obra, el artista observa que su arte ha encontrado una resonancia especial, con 70 % de su obra que se encuentra principalmente en Estados Unidos. Fernández Ortega asegura que, aunque su trabajo ha comenzado a ser más aceptado en México recientemente, su estética difiere grandemente de la corriente dominante del arte contemporáneo mexicano.
Sobre sus proyectos a futuro, Fernández Ortega se muestra reticente a planificar, prefiriendo dejar que su arte evolucione naturalmente. “No soy de planificar demasiado; mi enfoque está en aceptar o declinar propuestas conforme llegan. Por ahora, me preparo para una exposición individual en Guadalajara, pero más allá de eso, prefiero concentrarme en mi trabajo diario en el taller. La evolución de mi arte es un proceso orgánico, centrado en la búsqueda constante de la excelencia y la satisfacción personal”, dice.
Con 13 exposiciones individuales, entre las que se encuentran “Los Habitantes de una Casa”, en la Galería Meyer East de Nuevo México, Estados Unidos; “Los Horizontes del Tálamo”, expuesta en el espacio visual de Casa Lamm; “Secretos de la Penumbra”, en la galería Corsica de Puerto Vallarta, Jalisco, y “Casi el Paraíso”, en el museo del Chamizal de Ciudad Juárez, Chihuahua, Ricardo Fernández Ortega ha buscado dejar una huella imborrable en el ámbito artístico.
En tanto, sus participaciones en bienales incluyen la IX Bienal “Diego Rivera” de Dibujo y Estampa en Guanajuato en 2001, la I Bienal de las Américas “Rafael Cauduro” en Tijuana, BC en 2006, y sus obras han sido destacadas en exposiciones colectivas como “Nuevos Grandes Maestros”, en el Museo El Centenario de Monterrey; así como la muestra “Artistas emergentes de Latinoamérica”, presente en la academia de arte de Nueva York en 2007 y su participación en la feria de arte independiente de Madrid, en ese mismo año.
Finalmente, el artista asegura que, desde su estudio en Durango, continuará explorando los límites del realismo y el surrealismo, invitando a las y los espectadores a un viaje visual que es tanto una exploración de la técnica como un reflejo de su mundo interior.