En la tercera y última clase de historia sobre Francisco I. Madero (1873-1913), el presidente Andrés Manuel López Obrador explicó que la Revolución Mexicana (1910-1917) fue el movimiento de justicia social que necesitaba México luego del régimen opresor de 34 años de Porfirio Díaz.
“Esa revolución no fue en vano. Gracias a esa revolución se avanzó mucho, sobre todo en el terreno social: en la atención a los campesinos, en garantizar el derecho de la tierra a los campesinos; en mejores condiciones laborales para los obreros y en todo lo que tiene que ver con la justicia social. Esto es Madero”, subrayó al encabezar la conferencia de prensa en Baja California.
En su último libro titulado ¡Gracias!, el mandatario planteó que la revolución maderista fue eficaz porque en sólo seis meses, del 20 de noviembre de 1910 al 31 de mayo de 1911, se consumó el derrocamiento de Porfirio Díaz como resultado del inicio del conflicto armado, particularmente de una lucha decisiva en Ciudad Juárez.
En 1912, el político, escritor y periodista, Luis Cabrera, estimó la muerte de 14 mil hombres en los campos de batalla. Sin embargo, apenas comenzaría el desmontaje del viejo régimen y el cumplimiento de las demandas de democracia y justicia.
En una carta abierta fechada el 27 de abril de 1911, Luis Cabrera recomienda al también conocido como Apóstol de la Democracia ir al fondo de las necesidades del pueblo.
«Las revoluciones son siempre operaciones dolorosísimas para el cuerpo social; pero el cirujano tiene ante todo el deber de no cerrar la herida antes de haber limpiado la gangrena. La operación, necesaria o no, ha comenzado; usted abrió la herida y usted está obligado a cerrarla; pero hay de usted, si acobardado ante la vista de la sangre o conmovido por los gemidos de dolor de nuestra patria cerrara precipitadamente la herida sin haberla desinfectado y sin haber arrancado el mal que se propuso usted extirpar; el sacrificio habría sido inútil y la historia maldeciría el nombre de usted, no tanto por haber abierto la herida, sino porque la patria seguiría sufriendo los mismos males que ya daba por curados y continuaría además expuesta a recaídas cada vez más peligrosas, y amenazada de nuevas operaciones cada vez más agotantes y cada vez más dolorosas».
En ¡Gracias!, el jefe del Ejecutivo sostiene que el tiempo le dio la razón al licenciado Blas Urrea —seudónimo de Cabrera—, acerca de que las rebeliones armadas ocurrieron continuamente, pero la maldición no recayó en el nombre de Madero, pues ha sido colocado entre los héroes nacionales al hacer efectivo el derecho a la libertad y a la democracia.
Destacó que Madero, si bien cometió errores al no entender el problema agrario, fue un idealista extraordinario a favor de una república democrática y víctima del atraso cívico del país y de la enorme dificultad que representó enfrentar el régimen de Porfirio Díaz.
“(Porfirio Díaz) fue gobernante de México por bastante tiempo; dominó cerca 34 años, desde luego, encabezó una dictadura, sufrió mucho el pueblo, hubo represión, aniquilamiento de comunidades, una guerra de exterminio contra los yaquis, asesinaron a 15 mil yaquis y hubo guerra contra los mayas, los mayos y quizá los yaquis fueron los más afectados porque también los desterraron a trabajar como esclavos en el sur del país. (…) Entonces, hay quienes sostienen que no fue mal gobernante; yo respeto esa postura, nada más que no la comparto, si hubiese habido en ese entonces un buen gobierno, no hubiese habido revolución”, argumentó.
Conspiración y asesinato del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez
El golpe de Estado y los asesinatos del presidente Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez (1869-1913) significaron el recrudecimiento de la violencia en el país, mencionó el presidente López Obrador en la cápsula de historia dedicada a los jóvenes.
Este crimen atroz fue conspirado por los generales Victoriano Huerta, Aureliano Blanquet, Manuel Mondragón y Félix Díaz, quienes eligieron al autor material del asesinato: el mayor de rurales, Francisco Cárdenas. En esta trama también participó el representante del gobierno de Estados Unidos en México, Henry Wilson, «a quien nunca se debe olvidar por ser el embajador más siniestro que se haya padecido en México en doscientos años de relaciones diplomáticas entre nuestros países».
El 22 de febrero de 1913, por la noche, luego de cuatro días de cautiverio en la intendencia del Palacio Nacional —actual memorial llamado la Intendencia de la Traición—, Madero y Pino Suárez son despertados para ser conducidos a la penitenciaría de México. En ese trayecto, fueron obligados a bajar de los vehículos para que sus propios custodios, liderados por Francisco Cárdenas, los asesinaran en la esquina oriente de la prisión.
Posterior a este hecho, comienza lo que unos días antes le había confesado el vicepresidente Pino Suárez al embajador de Cuba, Manuel Márquez Sterling: “Yo no creo, como el señor Madero, que el pueblo derroque a los traidores para rescatar a su legítimo mandatario. Lo que el pueblo no consentirá es que nos fusilen. Carece de la educación cívica necesaria para lo primero, pero le sobra coraje y pujanza para lo segundo”.
«El fuego de la revolución envolvió a todo el país y tardó años causando destrucción y desgracias», postula el mandatario en el capítulo El Humanismo Mexicano.
“Estamos hablando de nuestros dirigentes que dieron hasta su vida por que se alcanzara la libertad en nuestro país, la justicia, la democracia, el respeto a nuestra soberanía. Antes —lo he venido diciendo— se hablaba del fin de la historia. Durante todo el periodo neoliberal se procuró que nos olvidáramos de nuestra fecunda historia política, de nuestro pasado glorioso. (…) Por eso tenemos que no dejar de conocer nuestro pasado, de sentirnos orgullosos de dónde venimos, de nuestros orígenes y también de nuestra historia política”, afirmó.