Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Existen seres cuyas especiales características logran iluminar la vida de quienes les rodean, poseen una “mágica” convocatoria que hace confluir en un mismo espacio a aparentes intereses irreconciliables logrando magnificar coincidencias y diluir aparentes diferencias.
Son personas con un entusiasmo que contagia, sin apegos materiales, con inagotable vocación de servicio, siempre al servicio de los demás, capaces de hacer “viajes imposibles” para siempre estar cuando le necesitan, con extrema “humildad” para retirarse sin protagonismo alguno y “construyendo” el siguiente encuentro.
Son “ángeles” que han sabido “absorber” y borrar instantes dolorosos en los demás, son reservados para compartir sus propios “dolores” y habituados a olvidar favores o bienes concedidos a “terceros”.
Estos y muchos más fueron atributos que distinguieron a lo largo de su vida a mi hermana PERITA
Llego a este plano físico en un “jueves santo” del año en que México realizaba su primer mundial de futbol profesional.
Mi transitar escolar estaba ubicado, en ese momento, en la Secundaria por lo que su llegada, al hogar de la familia Díaz Ortiz, fue un suceso que altero nuestra cotidianidad y en lo personal alguien que marco mi vida para siempre.
Asumí funciones de hermano mayor y cuando tuvo edad para ello me ofrecí a llevarle y recogerle al kínder, además de incorporarle como parte de la “atención” de mi grupo de amigos bachilleres con los que acudimos a todos los estrenos de cine infantil, con el pretexto de llevarle.
Disfrute de poder adquirirle, con mis primeros salarios, una camiseta bordada con la imagen del personaje de moda o de llevarle conmigo para compartir de alguna golosina, de esta manera fue creciendo nuestra identidad y cariño mutuo.
Cuando fue “conveniente” fue una útil “chaperón” que puso a prueba a más de una de las chicas con las que establecí alguna relación afectiva.
Mis actividades como Médico y mi posterior matrimonio “rompió” de alguna manera la habitual costumbre de esta “cerca”.
Años más tarde tuve la sorpresa de encontrarle sentada en uno de los pupitres del salón de clase de la Preparatoria # 2, dependiente de la Universidad Michoacana, en la que impartía clase de Biología y sin turbación alguna, contesto ¡presente! cuando escucho su nombre al pasar la lista de asistencia.
Durante ese año escolar PERITA fue mi alumna, siempre sonriente, segura, acatando sin protagonismos ni reclamos lo que yo denominaba “las reglas del juego en el aula”.
Su liderazgo e innata capacidad para establecer relaciones humanas se trasladaron a la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana en donde se titulo como Abogada sembrando en el camino incontables alianzas y afectos que persisten hasta hoy en día.
Tuve la gratísima experiencia de ser compañeros como docentes en el CONALEP Morelia 1, lugar en donde dejo una profunda huella de amistad entre sus compañeros y un significado legado de conocimientos a quienes como sus alumnos compartieron el aula.
Su matrimonio y llegada de su hija VALERIA le cambiaron la vida en todo sentido, pero siempre lo “presumió” como una bendición que agradeció todos los días al creador.
De manera inesperada el cáncer llego a mi madre y con ello causo un cisma de proporciones no cuantificadas dándose la necesidad de atenderle en la ciudad de México por lo que sin pensarlo decidió renunciar a su empleo y dejar ¡TODO! para sin condición alguna asumiera la “dolorosa cruzada” de trasladarse a la capital del país para dedicarse de tiempo completo a cuidar de nuestra mama.
Fueron tiempos de incertidumbre permanente, difíciles, dolorosos y lamentablemente sin que la salud de nuestra madre volviera jamás, nunca le oí quejarse ni reclamar sino le escuche agradecer a Dios por la oportunidad de haber sido “privilegiada” por el tiempo en que mi mama solo fue de ella.
Al fallecer nuestra madre decidió que su ciclo en Morelia estaba concluido por lo que obsequio todo cuanta tenia, incluido su vehículo, para trasladarse a enfrentar retos y sobrevivencia en otras latitudes.
De esta manera hizo del mundo su hábitat y por varios años se mantuvo tras bambalinas hasta que decidió asentarse en Monterrey, Nuevo León abriendo nuevamente las puertas de su hogar y corazón sin restricción alguna, con generosidad y amor.
Sus apariciones en Morelia se reanudaron, pero se reservaron siempre para momentos familiares “especiales” aunque nunca falto incluir, en cada una de ellas el encuentro con sus afectos de siempre.
En la distancia y en la cercanía PERITA fue siempre puente que propicio la unión, el cariño y la fraternidad, motivo para coincidir y fiel garante de equilibrio que nos convocó a TODOS a mantener “unidad en la diversidad”.
Su última presencia en Morelia fue para “apoyarme” y alentarme en la ceremonia de mi ingreso a la Academia Nacional de Historia y Geografía.
Hoy se ha marchado con rumbo al firmamento, al encuentro con el Creador y con nuestros padres.
Querida PERITA… hasta tu nueva residencia en el cielo, te envió mi corazón y mi eterno agradecimiento por siempre ser y estar¡!!… en verdad me haces mucha falta y ya te extraño demasiado.
Apreciado lector o escucha si usted conoce o tiene cerca, a un ser como el que he descrito, por favor disfrútelo, este cerca de él y replique sus enseñanzas, tal y como intento hacerlo yo.