Dr. Rogelio Díaz Ortiz
No cabe duda que la vida esta hecha de momentos, de instantes en los que podemos apreciar el encuentro con los amigos, la familia y todo aquello que nos motiva a disfrutar el día a día.
El pasado viernes fue unos de esos días ya que recibí la honrosa distinción de haber sido aceptado como integrante de la Academia Nacional de Historia y Geografía.
Se trata de una entidad añeja y prestigiada formada por hombres y mujeres que gustan de estudiar e investigar, de aprender y enseñar bajo lineamientos motivados en su lema: “Por la ciencia al servicio de la humanidad”, vinculando respeto, conciencia, saber y cultura con todas las razas humanas y los espíritus universales.
El proceso de admisión fue complejo, el protocolo a seguir fue celosamente cuidado por la presidente en Michoacán, Doctora Gloria Álvarez Rodríguez, por lo se marcaron tiempos, espacios, intervenciones, cupo limitado y la posibilidad virtual de observar la ceremonia a través de la plataforma zoom.
De manera generosa la Universidad de Morelia ofreció recibir en su auditorio “Fundadores” la sesión solemne, por lo que el rector Pedro Chávez Villa y su equipo de colaboradores no escatimaron en ningún momento tiempo ni recursos técnicos para que el evento se realizará tal y como se planeo por la Academia.
Me solicitaron exponer, por no más de 35 minutos, una ponencia establecida en el protocolo de admisión, elegí como tema: “Significado y trascendencia del éxito” considerando que propios y extraños podríamos interesarnos en revisarle.
Durante semanas revise diferentes tendencias y definiciones en el tiempo, llegando a la conclusión que el éxito tiene una interpretación muy personal, que es un proceso permanente, cambiante, evolutivo e inacabado.
Diseñe con cuidado cada lámina y gráfico, cierto de que estaría ante un grupo de personas que se “tutean” a diario con el éxito y que han hecho de su vida inspiración, reto y ejemplo para todos.
Elabore cien veces la lista de mis invitados, el numero que me autorizaron me llevó a un proceso difícil y hasta doloroso al tener que prescindir de varios de mis afectos.
Finalmente aparecieron en ella integrantes de mi familia, compañeros de la Fundación Génesis y amigos con los que he coincidido a lo largo de mi vida en la construcción de planes y proyectos, sueños y acciones.
Establecí comunicación con todos ellos y encontré la respuesta inmediata y positiva de muchos, la dificultad de otros al padecer problemas de salud o la atención de responsabilidades laborales, viajes y compromisos familiares.
Eso trajo consigo subsecuentes depuraciones de la lista original, alegría, tristeza e incertidumbre hasta el momento de iniciar la sesión.
Para mi sorpresa llegaron de latitudes lejanas quienes menos esperaba y faltaron a la cita dos o tres de los que consideraba que ahí estarían.
No fueron pocos quienes desde diferentes puntos de la geografía nacional e incluso del extranjero se “conectaron” para de manera virtual acompañarme con la fraternidad del parentesco o de una muy valiosa amistad.
La presencia de todos quienes llenaron a su máxima capacidad el Auditorio universitario fue una excelente motivación y me “cobijo” de tal manera que el desarrollo del evento fluyo… fluyo…fluyo
De esta manera se creo una extraordinaria amalgama de académicos, políticos, empresarios y líderes sociales dándole un marco excepcional al ya de por si trascendente evento.
Con pulcritud el maestro de ceremonias, Armando Chávez Román, fue “llevándonos” paso a paso por el riguroso protocolo establecido para el ingreso a la Academia.
Con sutileza y precisión se me pidió pasar al pódium para realizar la presentación de la ponencia comprometida advirtiéndome que no podía rebasar el tiempo establecido para ello.
Al concluir tres de los académicos felicitaron la presentación y realizaron algunas preguntas a las cuales respondí agradeciendo la oportunidad de enriquecer el contenido y la visión sobre el tema.
Con sencillez y autoridad moral la Doctora Gloria fue validando el proceso e invitando al resto de los académicos presentes a participar en lecturas de actas, imposición de insignias y enriquecimiento del tema presentado en un ejercicio de unidad que mostro cohesión, liderazgo, empatía, identidad y pertenencia en torno a la Academia.
Lo que sucedió después fueron instantes que pasaron con extrema rapidez para mí, se me coloco la muceta luego el pin y finalmente la venera que formalizaron mi ingreso oficial al órgano académico.
Instantes después me entregaron la constancia de ingreso y se dio paso a que me tomarán la protesta que me compromete a cumplir la normatividad que la Academia tiene para el desempeño de sus actividades, el cumplimiento de sus metas y el comportamiento de sus integrantes.
De esta forma concluyo la parte protocolaria para dar paso a la degustación de un vino de honor acompañado de algunos bocadillos aderezado todo ello con la amenización musical del saxofonista Philip Sánchez.
El saludo, abrazo y felicitación de cada uno de los presentes me lleno de emoción al constatar que no ha sido en vano tiempo, esfuerzo y recursos invertidos a lo largo de mi vida. El rostro de satisfacción y orgullo de mi nieto, PATRICIO, no lo cambio por nada.
Agradezco al Creador el permitirme vivir esta experiencia que motiva mi existencia para continuar en el interminable proceso de aprendizaje, crecimiento profesional y humano que haga que valga la pena el transitar por este plano físico.