Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Hace unos días el gobierno federal anunció el fin de la pandemia causada por el COVID 19, guardando en el cajón del olvido todo cuanto aconteció durante los últimos dos años.
Han quedado muchas preguntas sin respuestas, información sesgada y números que no “cuadran”.
Para nadie es un secreto que en México se reconocieron, por las autoridades sanitarias, quinientas mil personas fallecidas, así como millones de infectados, lo que ubica a nuestro país en el cuarto lugar en todo el mundo con mayor mortalidad.
Muy cuestionada ha sido y será el manejo que se dio a todo el proceso ya que de manera reiterada se mintió, deformo y negó la información, además de las constantes contradicciones respecto a la utilidad del uso del cubrebocas o la aplicación de vacunas a varios sectores de la población.
Se tuvo que recurrir al amparo judicial para que niños y jóvenes pudieran ser vacunados ante la negativa del gobierno de hacerlo. No en vano el Secretario de Salud declaro que de ninguna manera aplicaría la vacuna a sus nietos.
Hoy se ha dejado de lado protocolos y se aplica una “cuarta dosis” de vacunas sin que importe marca ni antecedentes, prácticamente a población abierta sin que la edad sea una limitante, como lo fue en el pasado.
En buenas intenciones quedo la creación de “nuestra” propia vacuna, muy controvertido el que se haya aplicado millones de dosis de marcas, como Cansino y Moderna, que al no ser reconocidas ni aprobadas de manera internacional impide el ingreso de quienes las recibieron a países como Estados Unidos, Canadá e Inglaterra.
Las repercusiones han sido muchas en materia económica, de salud, educación y seguridad sin que existan datos confiables de la crisis ni mucho menos de un plan estratégico integral para su solución.
La economía se colapso al tener que elegir entre mantenerse en casa o participar en tareas de empleo, comercio, producción agrícola, ganadera o pecuaria.
No fueron pocos los negocios que desaparecieron al no recibir apoyos fiscales ni la atención del gobierno.
La inflación ha venido subiendo de manera constante y de no ser por las divisas, que, en millones de dólares, llegan a nuestro país provenientes de los Estados Unidos el daño sería mayor.
El precio de la canasta básica, gasolina, gas para uso doméstico y energía eléctrica esta más alto que nunca.
En materia de salud durante los dos últimos años el tema se centro en el COVID olvidando a quienes padecen enfermedades crónicas y degenerativas, cáncer y todo tipo de urgencias quirúrgicas, no en vano colapso por su ineficiencia el INSABI.
Los daños sufridos a la salud mental aún no se cuantifican ni terminan de estudiar, pero esta claro que todos sufrimos de algún grado de ansiedad y depresión, además de otros trastornos de la conducta, ira acumulada y duelos de todo tipo, sin que estos sean liberados o atendidos.
Por lo que se refiere a las repercusiones en la educación, se tuvo que improvisar el uso de las plataformas digitales e incluso la señal de televisión para intentar trasmitir contenidos sin pedagogía, cobertura ni control.
La falta de internet, teléfonos “inteligentes, Tablet, computadoras e incluso televisiones hizo que los resultados fueran más motivo de declaraciones que de hechos positivos.
Se paso al modelo virtual y luego al hibrido con efectos poco satisfactorios expresados en cifras muy altas de deserción escolar y por supuesto de mala eficiencia terminal.
La falta de diseñadores instruccionales se hizo manifiesta, la pobreza en contenidos de muchas de las plataformas educativas ha sido evidente, la “peligrosa” desatención a estudiantes de los últimos años en licenciaturas del área de la salud ha sido minimizada, así como sus consecuencias.
A las afectaciones en salud, economía y educación se ha sumado como parte de este “círculo perverso” violencia incontrolada, feminicidios, asaltos y asesinatos en cifras nunca vistas.
Podríamos seguir enumerando los males y consecuencias, continuar buscando “culpables” y exigiendo resultados.
Sin embargo, lo mejor será ubicar todos estas “amargas” experiencias como aprendizaje que nos permita enfrentar nuevamente al COVID o a cualquier otra amenaza sanitaria con éxito.
Para prepararnos como sociedad, más allá de siglas, colores y caudillos en un contundente ejercicio de unidad en la diversidad que todo lo puede, con, sin y a pesar de las autoridades.
No en vano los visionarios afirman que… momentos de crisis lo son de oportunidades.
Estoy convencido que no existe crisis que “soporte” dosis altas de creatividad, inteligencia, trabajo, pasión, imaginación motivación e innovación.
¡¡¡¡El tiempo no dirá si aprendimos la lección!!!!