Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Prácticamente todos los días nos vemos inmersos en escenarios de violencia y hostilidad por lo que de manera “inconsciente” hemos agregado a nuestra cotidianidad noticias, hechos, ficciones cinematográficas y televisivas además de la “convivencia” con pensamientos, palabras y acciones relacionadas con este ejercicio que desune y daña a la sociedad.
Salimos a la calle y con ello inicia una “batalla” para circular rápido y en competencia con automovilistas, ciclistas, motociclistas y peatones sin que se respeten las reglas de tránsito y de elemental convivencia.
Los claxonazos, rebases por la derecha y lentitud del avance vehicular incrementan estrés, ansiedad y manifestaciones de agobio que se expresan con ira, palabras soeces y en ocasiones con agresiones físicas.
Con facilidad incrementamos el tono y el volumen de nuestra voz causando con ello “distancia” y replica que impiden se establezca la necesaria comunicación “efectiva” con nuestros semejantes, incluso con quienes afirmamos son nuestros seres queridos.
A nivel macro, el resultado del retiro de las tropas norteamericanas de Afganistán, la insistencia en Nicaragua y Venezuela de mantenerse a como dé lugar en el poder, la lucha de los carteles por territorios y espacios, la boyante industria de producción de armas, la exigencia por una vacuna, el creciente éxodo de migrantes en todo el mundo son terreno fértil para que odio, rencor, inseguridad y violencia pululen en el ambiente de todo el planeta.
En momentos difíciles como los que hoy vive la humanidad hacer un llamado al cese del fuego y a la no violencia, no solo es importante sino vital para la propia sobrevivencia de la estirpe humana.
Hoy en día, vivimos en un mundo donde impera la agresión, falta de respeto, perdida de dignidad y ausencia de valores… en pocas palabras extraviamos nuestro origen y el verdadero sendero.
Por todo ello, la PAZ es un bien indispensable para tener presente y visualizar el futuro con esperanza, es una herramienta vital para enfrentar las amenazas que podemos ver con claridad e incluso aquellas que ocultas acechan a la sociedad.
La PAZ facilita el desarrollo, el cual es fundamental para proporcionar oportunidades a los niños y jóvenes, de manera especial a quienes residen en aquellas latitudes en donde existen conflictos bélicos.
Una juventud sana, responsable y educada es crucial para lograr el desarrollo y la paz sostenibles teniendo como fin primario erradicar la pobreza, la desigualdad, el hambre y la enfermedad.
La intolerancia étnica, religiosa y de pensamiento; la desproporcionada brecha entre ricos y pobres, la creciente beligerancia político partidista son terreno propicio para manifestaciones xenofóbicas, invasión de países, construcción de bardas en las fronteras, bonanza de la industria de la guerra, creación de leyes que dividen opinión, generan odio, rencor, violencia y muerte.
Debemos tener plena conciencia de que la PAZ no se obtiene por decreto, ni se impone o es una moda, la PAZ inicia en el corazón y conciencia de cada individuo, se asume como un acto responsable e individual, como una acción de conciencia que nos da oportunidad en el presente de vivir con dignidad y nos permite visualizar el futuro con esperanza.
Muchos han sido quienes a lo largo de la historia de la humanidad se han esforzado por inspirar su encuentro, otros más han ofrecido, incluso su vida, para que la PAZ deje de ser discurso o aspiración para transformarse en una forma cotidiana de vida.
A esta valiosa estirpe pertenecen Gandhi, la Madre Teresa de Calcuta, el mítico Quetzalcóatl, Juan Pablo II y Nicolás Roerich, este último creador del concepto universal de la Bandera de la Paz, la cual se encuentra representada por un lienzo blanco sobre el que se encuentran tres esferas rodeadas por un círculo, todo ello de color magenta.
Este es un símbolo de la energía primaria universal, que es la raíz común de todos los pueblos de nuestro planeta.
La primera esfera representa el concepto de que la bondad, el respeto y el amor a todas las personas deben reinar.
La segunda esfera representa nuestras palabras, liberadas de la crítica destructiva, la negatividad, la mentira y la agresión, las cuales generan enfermedades físicas y mentales. La tercera esfera es nuestras acciones.
Las esferas están contenidas dentro de un círculo – el universo. Los mayas interpretaban cada esfera como: Quiero… puedo… hago.
Hoy la sociedad de todo el mundo sueña con hacer de la Paz un sentimiento que diluya diferencias, una herramienta que magnifique coincidencias, el pasaporte para transitar por la vida con seguridad y con calidad en un ejercicio permanente de Unidad en la diversidad.
El camino para lograrlo no está exento de retos y dificultades ya que la paz se conquista día con día al mediar entre antagonistas, al reconocer en las demás cualidades, al respetar diferencias y al tener conciencia plena que la paz empieza en el corazón de cada hombre y mujer teniendo su origen dentro de sí mismo.
Todos esperamos que otros actúen con prudencia, que olviden afrentas y sentimiento de venganza, que sean tolerantes y que nos acepten tal y como somos, pero olvidamos que si deseamos que la Paz sea una realidad debemos actuar nosotros ¡hoy, aquí y ahora!, de manera constante y responsable, dejando el discurso y la aspiración para pasar al contundente escenario de los hechos.
Estoy seguro que es suficiente mirar por encima de las barricadas o retenes, para reflexionar acerca de los daños que causa la violencia e inseguridad y darnos la oportunidad de ver otro sendero en el que la Paz no sea solo palabras, aspiración o utopía sino una esperanzadora realidad.
Pero que nadie se haga ilusiones de que la simple disminución de la violencia, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera.
No existe verdadera paz, si esta no viene acompañada de equidad, inclusión, tolerancia, respeto, verdad, justicia y solidaridad.
El camino más seguro para construir la paz será con el sano entendimiento de que en la diferencia puede haber unidad, de la permanencia del dialogo como estratégica medida para encontrar soluciones, para diluir la intolerancia y el ejercicio del poder por el poder.
La paz tampoco se logrará con “solo” decretarlo sino tendrá que ser consecuencia de nuestras acciones de cada instante, con inicio en la intención, pero sin final, con pasión y autenticidad, sin protagonismos personales ni contaminación político partidista, con fe y voluntad.
Apreciados lectores y escuchas, con aprecio y respeto les invito para que hagamos de la paz una constante y una forma de vida, de ello depende la felicidad, presente y futuro de la humanidad.