Dr. Rogelio Díaz Ortiz
A lo largo de la historia se refiere sobre culturas y personajes que han tratado, a como de lugar, de imponer sus reglas, criterio y “verdad”.
Lo han hecho por medio de la fuerza, negando cualquier posibilidad de dialogar o debatir, simulando, engañando y lastimando a quienes se “atreven” a pensar diferente.
El resultado se ha expresado en retraso social, inconformidad ciudadana, polarización y división que más tarde que temprano son fértil semilla para el surgimiento de voces que exigen libertad, en toda la extensión de la palabra.
Es “normal” que existan diferentes formas de pensar, sentir y actuar ya que existen factores, como el entorno, educación, posición económica y valores que son muy “personales” e influyen en el comportamiento de las personas y de la propia sociedad.
Quienes ejercen el poder o la toma de decisiones de manera “autoritaria” suelen tener entornos poco gratificantes, priorizan su voluntad por encima de familia, amigos y todo aquel que no le alabe y cumpla sus deseos sin objeción alguna.
Aunque parezca increíble llegan a “permear” su comportamiento entre sectores de la sociedad que les siguen de manera ciega y en ocasiones violenta, rompiendo paradigmas e imitando a su líder, arrasando con todo lo que les recuerda que existen leyes e instituciones, sin consenso alguno, “construyendo” espejismos de bienestar, desarrollo y paz social.
Un antídoto contra todo lo anterior ha sido el intento de “ciudadanizar” el gobierno y la toma de decisiones, integrando y convocando a todas las voces para participar en el diseño, construcción y operación del estado o país de origen.
La ciudadanización tiene, entre otros beneficios, la trascendencia en el tiempo, el dejar en “la puerta” de las decisiones logos, membretes, colores y caudillos, el enriquecer la visión colectiva con la individualidad y libertad de pensamiento, el diseñar, con la participación de TODOS, programas y proyectos de largo alcance.
Tuve la inolvidable experiencia de formar parte de uno de los programas más exitosos de ciudadanización en el país, me refiero al Consejo de la Ciudad de Morelia.
Entidad creada durante el gobierno municipal del Doctor Roberto Robles Garnica y ampliamente fortalecida por Fausto Vallejo Figueroa sin menoscabo del apoyo, respeto e impulso que le otorgaron los ediles Salvador Galván Infante, Salvador López Orduña, Carlos Macouzet y Manuel Nocetti Tiznado.
Durante más de diez años tuve la generosa experiencia de coordinar el trabajo del órgano ciudadano, ahí logramos la activa y permanente participación de 153 concejales con orígenes económicos, sociales, económicos, religiosos y políticos muy disímbolos, pero TODOS con profundo amor por Morelia.
Durante mi estancia en el Consejo de la Ciudad de Morelia jamás se “partidisaron” los temas, los participantes ni las decisiones ya que SIEMPRE se dio prioridad a toda acción que beneficiará el presente y futuro de la capital michoacana.
Ahí coincidimos hombres y mujeres, adultos y jóvenes convencidos de lo que se consigue si respetamos la “Unidad en la diversidad”, sin protagonismos personales, con altura de metas, construyendo “puentes” de comunicación y trabajo con TODAS las formas de pensar.
Mi ciclo como integrante del Consejo concluyo, nuevas formas de ejercicio del poder decidieron cambiar su nombre, imagen de identidad y funcionamiento, el resultado esta a la calificación y criterio de los objetivos de quienes hoy le integran.
Más allá del tiempo y la distancia, de manera categórica puedo afirmar que la ciudadanización si funciona, que es posible construir visión colectiva sin más limitación que el respeto y la voluntad.
Hoy requerimos de UNIDAD para lograr, a pesar de las adversidades, que nuestro país crezca y evolucione, los lideres y gobernantes de TODOS los partidos políticos son efímeros en tanto que la conciencia ciudadana, aunque cambiante y sensible al entorno, suele trascender tiempo, distancia y dificultades.
Aprovecho la ocasión para agradecer a TODAS y TODOS aquellos que sin prejuicio ni restricción alguna me acompañaron como parte del Consejo de la Ciudad de Morelia, fueron extraordinarios maestros de los que aprendí que para ponernos de acuerdo “solo” requerimos humildad, vocación de servicio, liderazgo, respeto y amor por el prójimo.
Con pleno convencimiento de que, SI podemos ponernos de acuerdo en favor de México, invito a quienes me leen o escuchan a ser generosos en su voluntad para participar en la ciudadanización de la vida de nuestro país.