Dr. Rogelio Díaz Ortiz
De manera inexorable el tiempo realiza su rutinario transcurrir sin que nada ni nadie lo pueda detener. De esta manera, estamos a unos días de que concluya el 2021, año de múltiples retos, experiencias y enseñanzas.
Como estirpe, en los últimos doce meses, hemos enfrentado una de las amenazas más serias que la humanidad recuerde, poniendo en riesgo la propia sobrevivencia de la especie.
La gran capacidad del virus para mutar ha hecho común el que nos informen que se “avecina” una nueva ola o una variante diferente en ejercicio que nos recuerda la fragilidad que poseemos.
Los científicos, médicos, enfermeras y demás personal dedicado a la atención de la salud se convirtieron en personajes fundamentales para enfrentar la crisis sanitaria teniendo que sufrir el reclamo e incluso incomprensión de quienes exigieron de sus servicios, padeciendo la falta de equipo e insumos, pero a todo ello antepusieron vocación de servicio y amor por los demás.
El miedo a lo desconocido y una pobre estrategia de información genero múltiples dudas respecto a las vacunas, pero el efecto de su administración en la disminución de casos de contagio y muerte han provocado que de manera mayoritaria se exija su aplicación.
Tuvimos que alejarnos de nuestros familiares y amigos, aprender rápido a utilizar la tecnología para establecer canales de comunicación a distancia y entender que las iglesias, escuelas, oficinas, centros comerciales y de espectáculos, cines, teatros, estadios de futbol, gimnasios y las calles mismas eran prescindibles y representaban un peligro que provoco su cierre parcial o total.
El encierro en casa, la recepción de clases a través de una computadora o una Tablet han causado efectos en la personalidad y en la percepción de sentimientos y emociones que aún se investigan.
La resiliencia y la inteligencia emocional se volvieron herramientas fundamentales para no dejarse vencer, para construir certidumbre en el presente y esperanza en el futuro.
Apegos, afectos, valores, planes y metas han tenido que transformarse al nuevo ritmo de la dimensión del tiempo, emergiendo la atención a lo importante, aunque sin descuidar lo importante, haciendo del presente lo principal y del futuro algo que puede esperar.
Hoy a punto de concluir el 2021 surge como necesidad dar cuidadoso mantenimiento a nuestros afectos, diciendo y ejerciendo acciones que permitan a nuestros seres queridos saber cuánto los amamos y a nuestros amigos cuánto los valoramos, sin perder ocasión alguna para decirles ¡te quiero!
A solo escuchar y comunicar información que nos sea benéfica, desechando chismes, rumores y comentarios catastrofistas.
A alejar de nuestra mente y práctica todo tipo de “basura” psicológica, en especial, odio, rencor y envidia.
A preservar nuestra salud, otorgándole un valor especial a la prevención, todo a tiempo suele tener solución. A ser responsables con los demás al utilizar de manera cotidiana cubrebocas, lavado permanente de nuestras manos, usando gel antibacterial, realizando cuando fuera necesario “estornudo de etiqueta”, en fin “cuidarme” para con ello “cuidar a los demás”.
El daño que la pandemia ha causado a la economía, ampliamente expresados en desempleo e inflación, sigue provocando dudas respecto a si es más importante cuidarnos o abrir en su totalidad todas las actividades y negocios.
Contra el pronóstico de muchos hemos llegado “vivos” y de pie a la época de festejos por la Navidad y el fin del año por lo que podemos “regalarnos” el lujo de “flojear” de vez en cuando, el mundo no se va a acabar por eso y si en cambio nos permitirá romper rutinas y consentirnos un poco.
A ello agregaría leer, bailar, cantar, viajar y aprender cosas nuevas manteniendo la ilusión de proyectos por cumplir, lugares que recorrer, manjares que disfrutar y amigos por conocer, estableciendo metas altas pero realizables.
A pensar, decir y actuar en congruencia con los valores humanos que aprendimos en casa y quizá en las aulas. Sin hacer promesas que no estamos dispuestos a cumplir o generar expectativas lejos de nuestra realidad, ni emitiendo halagos superficiales o “consejos” que no han sido solicitados.
Sin olvidar siempre… Intentar… intentar… intentar y reír, reír, reír, incluso de nosotros mismos.
Tener en todo momento la conciencia plena de la presencia de Dios, respetando a todo aquel que tiene una concepción diferente a la nuestra.
Vivir con “Espiritualidad” no significa fanatismo ni xenofobia alguna, ser tolerante con quien piensa diferente es un principio básico de “unidad en la diversidad”, la cual enriquece la visión colectiva y permite construir escenarios conjuntos de trabajo, armonía y paz.
La ocasión me es propicia para agradecer, desde la generosidad de este espacio de reflexión, su permanente compañía a lo largo de este año, sus apreciados comentarios y valiosa confianza.
Finalmente, con todo lo maravilloso que esta frase conlleva apreciado lector le deseo ¡FELIZ NAVIDAD! y ¡Venturoso 2022!, no sin antes invitarle a que ¡Viva la vida con plenitud! y a que sea ¡Sea feliz… feliz… feliz!