Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Con genuino respeto y admiración dedico estas líneas a TODAS las mujeres bajo cuyo liderazgo se construye la “nueva realidad” en nuestro país, a las que ejercen su liderazgo educando a sus hijos, “administrando” su hogar, laborando con responsabilidad, innovando, creando y provocando todo cuanto acontece en nuestro país, “pensando… hablando y actuando bien por México”
Durante la presente semana se realizarán en todo el mundo actividades de todo tipo para resaltar el valor de las mujeres en la sociedad de todos los tiempos.
De esta manera, habrá protocolarias ceremonias, eventos artísticos y culturales, justas deportivas y seguramente manifestaciones en las que se reclamará inclusión, equidad, respeto, justicia e igualdad.
Durante muchos años se negó a las mujeres el derecho a votar o a ocupar cargos públicos, a participar en la milicia o en deportes y trabajos “reservados” para los hombres.
Hoy en día se sigue discutiendo su derecho para decidir sobre su cuerpo en “encarnizadas” discusiones en torno al aborto, del derecho a recibir un salario acorde al puesto y su desempeño sin que su condición de genero lo obstaculice.
Con disciplina, pasión y resultados positivos las mujeres se han ganado un rol definitivo en todo tipo de actividades, por lo que ahora no existe empleo, carrera académica, deporte y puesto gubernamental en el que el triunfo sea su sello.
Por supuesto, derechos se acompañan de obligaciones que pueden no agradar pero que se integran como nuevos paradigmas en las relaciones humanas contemporáneas.
De esta manera, las mujeres salen todos los días de su hogar para desempeñar un empleo que les hace independientes y/o contribuyentes en los compromisos económicos para mantener una familia.
Esto último, ha provocado cambios en la distribución de su tiempo, en sus retos, sueños y metas dejando cada vez más lejana su tradicional aspiración de casarse y tener hijos.
Hoy las mujeres expresan y viven su libertad sexual, rompiendo tabúes y construyendo paradigmas de convivencia aún en discusión por las mentes conservadoras y en franca construcción por lo que persisten dudas, aparentes errores y dudosa aceptación por las mayorías.
Vestimenta, lenguaje y aspecto físico a cambiado, aparecen en marchas y mítines con violencia extrema que le alejan de su apreciada feminidad.
La agresión y violencia dejo la “exclusividad” masculina para “aceptar” la activa participación de mujeres que envían a sus parejas a un hospital después de haberle “cobrado” alguna infidelidad o de reclamar el incumplimiento en las tareas del hogar, en casos cada vez más recurrentes, aunque los “afectados” traten de negarse a aceptar su nueva realidad.
Las mujeres seguirán siendo fuente de inspiración para quienes les rinden tributo a través de un verso, una canción o un dibujo que les retrata en todo su esplendor de belleza, simpatía e inteligencia.
Intentar ponerse de acuerdo con ellas en materia económica siempre tendrá el riesgo de iniciar una “negociación” exigiendo nos paguen un conejo y concluyendo con el pago de nuestra parte de una vaca.
La sociedad en todo el mundo tenemos muchas deudas con todas ellas, por lo que más allá de ceremonias y actos conmemorativos tenemos que evitar sufran de cualquier tipo de violencia, disfruten de libertad, reconocimiento e igualdad.
Estoy seguro que a las mujeres de la actual “modernidad” les sigue gustando recibir unas flores, quizá unos chocolates, que se les ceda el paso o se les “regale” una serenata, así como participar con su sabia intuición en la educación de los hijos y la administración de su hogar.
Con humildad reconozco y agradezco el papel fundamental que las mujeres han tenido en mi vida, los valores inculcados con amor por mi madre, la solidaridad de mis hermanas, el cariño de mis hijas, la lealtad de mi esposa, el acompañamiento y solidaridad de mis familiares y de mis amigas.
En verdad, me es difícil concebir un día sin ellas, una sociedad sin su participación, un mundo privado de su belleza e inteligencia, un hogar sin su “luz”, un entorno sin su amor.
Con respeto, cariño y admiración reconozco que en ocasiones me veo sorprendido por su innata capacidad para mutar su estado de ánimo en milésimas de segundo, por lo que prefiero aplicar el viejo consejo de mi padre: “A una mujer siempre será preferible amarle que intentar entenderle”.