El Porvenir de Cuitzeo

“La Medicina en la más humana de las ciencias y la más artística de las humanidades” Dr. Juan Abraham Bermúdez

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Dr. Rogelio Diaz Ortiz

Hace unos días se festejó a quienes ejercen la profesión de la medicina provocando muy diferentes reacciones en el entorno mundial.

Debido al “rebrote” de la pandemia en Europa los Médicos han vuelto a ser tema de primordial importancia ya que de su desempeño profesional depende la vida de muchas personas.

En la ciudad de Barcelona, España los galenos y enfermeras salieron a la calle para, semi desnudos, exigir mejores condiciones laborales, de infraestructura, medicamentos y equipos de trabajo.

En Madrid, se presume para esta semana el estallamiento de una huelga por parte de los médicos y enfermeras de aquellas latitudes.

En nuestro país ha sido reiterado el reclamo de los Médicos para exigir del gobierno las herramientas necesarias para la atención del COVID 19, pero también el de los pacientes con cáncer, insuficiencia renal y demás entidades nosológicas presentes en los consultorios, clínicas y hospitales.

A lo largo de la historia de la humanidad la profesión médica ha ocupado un lugar especial en la sociedad debido, entre otras cosas, a su permanente “contacto” con la salud y la enfermedad, con la vida y la muerte.

En las escuelas y facultades de medicina se les enseña a los Galenos anatomía y fisiología para que “entiendan” la mágica perfección del cuerpo humano; clínica propedéutica para que aprendan a interrogar y explorar a los pacientes de una manera ordenada y sistematizada; Técnicas Quirúrgicas para que desarrollen la capacidad de “reparar” algún desperfecto; Patología y Farmacología para que identifiquen agentes causales de enfermedad y su posible solución medicamentosa.

Se profundiza en el conocimiento de los órganos que integran al cuerpo a través de materias como Gastroenterología, Endocrinología, Otorrinolaringología, Nefrología, Neurología o Neumología; se estudia con detalle diferencias e identidades al cursar Pediatría, Geriatría, Ginecología y Andrología.

Pero a la par se da la “introducción” al conocimiento holístico de los pacientes cuando recorren, a solas o en compañía del Médico – Maestro, la sala de urgencias, un consultorio y el infaltable pase de visita por las habitaciones o pabellones de una clínica o un hospital.

El estudiante de medicina esta consciente que su preparación académica no finaliza cuando egresa de la Escuela o Facultad, sino que es un ejercicio permanente y obligatorio que tendrá que cumplir todos los días de su práctica profesional ya que no hacerlo le convertiría en una amenaza y un peligro para sus pacientes.

Estudiar para ser médico es un privilegio que no todos tienen, es una distinción que obliga a ser pulcro en el vestir, veraz en sus comentarios, prudente en el pensar, humilde y solidario, estudiante disciplinado, responsable y amoroso con él prójimo, dispuesto siempre a aprender y a trabajar en equipo.

El estudiante de medicina aprende de sus maestros que en esta profesión no existe horario ni fecha que le exima de la responsabilidad de atender un paciente.

Aprende que el ejercicio de la medicina no debe limitarse jamás por ninguna diferencia de origen racial, religión, idioma, grado académico, sexo, edad, preferencia político partidista, discapacidad ni posibilidades económicas.

El médico aprende a “descubrir” lo maravillosa y gratificante que resulta una sonrisa cuando el paciente recupera la salud, el compromiso que establece con “su” paciente y el privilegio de integrar uno de los activos más importantes de la sociedad.

El profesional de la medicina es un ser humano que se ha comprometido con la humanidad, a no dañarle, preservar la vida, honrar a sus maestros y enseñar a sus alumnos, a que la salud de sus pacientes sea el paradigma primario de su actuar, no traicionar jamás la confianza de su paciente ni comentar a otros lo que en consulta le ha sido informado, a ver a sus colegas como sus hermanos, intentar siempre coadyuvar a que su paciente tenga calidad y en lo posible cantidad de vida, acompañarle en el momento de su partida de este plano físico siempre respetando sus derechos, voluntad y dignidad.

Sir William Osler afirmo: “la práctica de la medicina será lo que ustedes hagan de ella – para algunos, una preocupación, un cuidado, una molestia perpetua; para otros, un trabajo diario y una vida de tanta felicidad y utilidad cuanto bienestar le lleve a muchos hombres…”

Dice un dicho popular: “Quién trabaja con las manos es un artesano, el que lo hace con la mente seguramente es un científico, el que trabaja con el corazón suele ser un artista. El que trabaja con sus manos, su mente, sentidos y el corazón, sin duda alguna es Médico”.

Los primeros médicos disponían como formas básicas de asistir a un enfermo: abrazar al dolorido, repetir lo que fue efectivo en un caso similar, invocar poderes y fuerzas imaginarias, finalmente actuar basado en las evidencias.

Esta ancestral práctica poco se ha modificado ya que el enfermo de todos los tiempos reclama de su Médico una mirada solidaria con su afección, la confianza en que sabrá como devolverle la salud, su “enlace divino” con el Creador y la contundencia de su experiencia.

A lo largo de la historia se han escrito y pronunciado un sinfín de aseveraciones que reconocen a quienes ejercen la profesión médica, he rescatado algunos de ellos para compartirlos con los estimados lectores de estas líneas:

  • “Donde quiera que se ame el arte de la medicina se ama también a la humanidad” Platón
  • “Te mandaré a la tierra a que salves vidas, pero te quitaré las alas para que no sospechen” Dios

 

  • “El arte de curar exige conocimiento, esfuerzo, vocación, trabajo, solidaridad y amor por los semejantes” Dicho popular
  • “Ser Médico no te hacer mejor ser humano ni te da categoría de héroe, pero ser humano te hace mejor persona y excelente Médico” Voz popular
  • “El Médico no requiere tener buena letra sino comunicarse con sus pacientes con el corazón” Anónimo
  • “El Médico nos es un mecánico que debe arreglar un organismo enfermo como se compone una máquina descompuesta. Es un hombre que se asoma sobre otro hombre, en un afán de ayuda, ofreciéndole lo que tiene, un poco de ciencia, y un mucho de comprensión y simpatía” Ignacio Chávez Sánchez.

A partir de 1937, se festeja en nuestro país el “Día del Médico”, ocasión para reconocer entrega y profesionalismo, eventos en los que nunca están todos quienes debieran, pero casi siempre quienes representan a esta noble profesión.

Este año ha transcurrido bajo retos sanitarios muy difíciles, la vocación del Médico se ha puesto a prueba, sus conocimientos han tenido que “actualizarse” de manera acelerada. Muchos de ellos, han muerto en el cumplimiento de su deber dejando una profunda huella entre propios y extraños.

Hoy recuerdo con gratitud y admiración a mis maestros en la Facultad de Medicina “Dr. Ignacio Chávez” de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, destaco a quienes ya emigraron a su cita con el Creador: Adolfo Alvarado Villaseñor, Francisco Esquivel Rodríguez, José Abel Ayala García, Adán Lozano Vázquez, Onofre Chávez Fraga, José Antonio Sereno Coló, Enrique Sotomayor, Teodoro Gómez Trillo, Fabio Torres Ortega, Luis Pita Cornejo, Ramón Becerril Luna, Héctor Terán Guerrero, José María Pineda, Mario Alvizuri, Gabriel Ruíz Ruíz, Sigifredo Carriedo, Cecilio Páez, Javier Tenorio, Gabriel Herrejón, Efraín Dávalos, Nicanor Gómez, Rafael Morelos Valdés, Guillermo Romero Lucio y José Cruz Rodríguez Sosa. De igual manera, a quienes de manera generosa me abrieron las puertas del Centro Médico Nacional del IMSS y lo hicieron mi segundo hogar. De ellos aprendí a respetar y amar la práctica médica, a entender la tarea “humanista” que

 

el medico debe desarrollar: Juan Giner Velázquez, Gustavo Gallegos Vargas, Ricardo Romero Jaime, Juan López Cueto, José Luna del Villar, Francisco Tenorio, Juan Agüero, Roberto Garza, Guillermo Cassab, Serafín Delgado y tantos otros a quienes el espacio y la memoria me impiden mencionar.

No puedo dejar de reconocer y agradecer la contribución a mi vida personal y profesional de los Galenos Emigdio González Campos, José Luis Calderón, Juan Manuel Martínez Dávalos, Juan Abraham Bermúdez, Laura Flores García y José Luís Gras Garcilazo.

Parece que fue ayer cuando egrese de las aulas nicolaitas, sin embargo, han transcurrido más de cuarenta años. He de reconocer que mi experiencia personal en el ejercicio de la profesión médica ha sido apasionante y seguramente de lo mejor que me ha pasado en la vida. A lo largo del tiempo he tenido momentos agridulces, la satisfacción de recuperar la salud de muchos, pero por otra la impotencia de no poder hacer nada para evitar la muerte de algunos. He tenido momentos de dudas en los que me pregunté ¿por qué soy médico?, como cuando sufrí la partida de mis padres, pero también de intensa felicidad al participar en la “recepción” de mis hijos y nieto a la vida.

He honrado lo aprendido, reconocido mis limitaciones y nunca he dejado de actualizar ni enriquecer todo lo que se relaciona con una mejor práctica profesional.

He acudido al consejo de los expertos, pero nunca me he desentendido de un solo paciente. He formado e integrado excelentes equipos de trabajo con el objetivo de brindar una atención integral y multidisciplinaria. He abierto la mente para conocer y recibir conocimientos de todos orígenes evitando negarle al paciente cualquier posibilidad terapéutica para su mejoría e incluso para intentar salvarle la vida. He contado con la bendición del acompañamiento del Creador por lo que me ha tocado ser testigo de “milagrosas” recuperaciones solo comprendidas bajo el marco de la fe.

He seguido modestamente los pasos de mis maestros adentrándome a las profundidades del humanismo, su práctica y constructiva difusión.

Extiendo estas líneas para expresar mi gratitud y admiración por todos mis compañeros de la generación 1974 – 1979 quienes con su trabajo, entrega y resultados han construido un sólido prestigio profesional, asumido con éxito el rol de líderes sociales y hoy disfrutan del reconocimiento a su calidad humana honrando de esta manera lo que aprendimos en las aulas de la Casa de Hidalgo.

No puedo concluir este espacio sin decir gracias… gracias… gracias a mis pacientes, quienes a lo largo de cuarenta años de ejercicio profesional me han brindado su confianza y han puesto en mis modestos conocimientos su salud.

Hoy más que nunca, estoy convencido de que si volviera a nacer y tuviera que decidir a que dedicarme escogería sin dudar ser Médico y formarme en las aulas nicolaitas, en las clínicas y hospitales de Michoacán.

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