Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Hoy por hoy una de las palabras más pronunciadas es ¡Gracias!, lo cual representa un acto de elemental cortesía o la manifestación de gratitud ante un servicio, favor o acción recibida.
Lao Tse afirmaba que “La gratitud es la memoria del corazón”
Decir ¡Gracias! encierra un acto espontáneo que aprendido en casa expresa educación y la sana costumbre de reconocer el esfuerzo que alguien realizo en nuestro favor al brindarnos un servicio, cedernos un lugar, darnos el paso, hacer “algo por nosotros”.
Decir ¡gracias! puede ser una palabra o un sentimiento, puede ser dicho a una persona en particular o a un grupo, puede ser un sentimiento “dialogado” con Dios, los padres o algún afecto ya ausente en este plano físico, puede ser en pasado, presente o incluso en futuro.
Sea de un modo u otro es preciso que forme parte de nuestro vocabulario y cotidianidad, es estratégico enseñarlo e importante el practicarlo. Siempre estaremos en positivo mientras expresamos nuestra gratitud.
Zig Ziglar nos comenta que “la gratitud es la emoción humana más saludable de todas”, en tanto que Jim Rohn aconseja: “Aprende a estar agradecido por lo que ya tienes mientras conquistas lo que quieres”.
Por todo ello y mucho más, es que no deseo postergar el decir ¡Gracias! a todos aquellos que a lo largo de mi existencia me han dado motivos para ser feliz; cobijado cuando he tenido frío y alentado en momentos de dudas.
A quienes de manera generosa me han compartido sus experiencias y conocimientos, extendiendo su mano para ayudarme a levantar de alguna caída, puesto su hombro para poder llorar, aplaudiendo alguno de mis éxitos y me han abrazado para trasmitirme amistad y solidaridad.
¡Gracias! a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo por formarme como profesionista y después brindarme la oportunidad de impartir cátedra en sus aulas.
¡Gracias! a quienes me han criticado de manera justa o injusta para mantenerme alerta, a mis amigos que siempre han estado conmigo en momentos de intensa alegría o tristeza, compartiendo algún proyecto, meta o reto laboral.
Gracias a quienes de manera generosa han ayudado a mis padres, hermanos, hijos y familiares.
¡Gracias! a quienes me han brindado su confianza al acudir a mi consultorio en búsqueda de un consejo y/o una receta para preservar o recuperar su salud.
¡Gracias! a quienes semana a semana me confieren su atención y tiempo para leer UNIVERSO ESTUDIANTIL o las ÓPTICAS CONSTRUCTIVAS.
¡Gracias! a los que han viajado conmigo al descubrimiento de nuevos horizontes, aromas, sabores, sonidos y costumbres; recibiéndome con afecto y generosidad en otras latitudes haciéndome sentir en casa.
¡Gracias! a quienes me han defendido de algún ataque motivado por el celo, envidia o mala percepción, a los que han magnificado mis cualidades y diluido mis múltiples defectos.
A todos quienes han participado como cómplices de mis sueños, caminando siempre a mi lado por el sendero que la vida me ha trazado sin queja ni reclamo; confiando en mis destrezas y habilidades sin cuestionar, polemizar o dudar; aconsejándome para encontrar el camino más corto.
¡Gracias! a los que me han sugerido o corregido para equivocarme menos e incluso evitar que la experiencia sea dolorosa hablándome siempre en positivo y con absoluta verdad.
¡Gracias! a quienes a lo largo de mi vida han compartido el aula, oficina, sala de juntas o medio de transporte haciéndome disfrutar paso a paso mi existencia, han invertido su preciado tiempo para mandarme un alentador mensaje o cotidiano saludo; encontrando cualidades, que a veces ni yo me reconozco; otorgándome valiosas oportunidades para aplicar lo aprendido; dándome retos laborales a los que he intentado honrar con trabajo, responsabilidad y resultados positivos.
¡Gracias! a quienes de manera incondicional me acompañaron, por cerca de doce años, como integrantes del Consejo de la Ciudad, uno de los espacios más importantes en mi vida como servidor público.
En los últimos días he recibido coincidentes llamadas telefónicas y mensajes en los que me preguntan si habrá una nueva entrega de los Premios Génesis, lo cual me hizo reflexionar sobre este extraordinario escenario al que he acudido en los últimos 40 años de mi vida.
Año con año ahí afloran afectos desconocidos, lealtades inesperadas, ausencias que pesan, presencias que alientan, metas aparentemente alcanzadas, reconocimientos y elogios quizá no merecidos, criticas injustificadas, abrazos y miradas con genuino afecto, pero también sonrisas fingidas y comentarios “cargados” de impotencia, celo y deseo de dañar.
Muy pocos saben que la creación y entrega anual de los Premios Génesis es un acto que surge de la gratitud, es mi manera personal de decir ¡gracias! a la vida por dame tanto, es la transferencia de lo mucho que he recibido a lo largo de mi existencia, por personas conocidas y también por “benefactores” desconocidos.
Es generar una cadena “virtuosa” de reconocimiento y gratitud, a veces incomprendida y solitaria, otras apreciada y multiplicada.
Sin duda que es menester “hacer el bien sin mirar a quien”, mirar al frente y no esperar nada de nadie, aunque he de confesar que aún no lo he aprendido ya qué en el fondo del corazón, en más de una ocasión, he “esperado” una palmada, una sonrisa o una mirada que exprese ¡lo has hecho bien!
Cada año la entrega de los Premios Génesis es una oportunidad para servir a los demás, para enfrentar la “prueba del ácido” y exponerme a todo tipo de comentarios, para que algunos pregunten y cuestionen, para que busquen el “prietito en el arroz”, para dar una cernida al árbol de los afectos y para finalmente paladear la satisfacción de la tarea cumplida.
Por supuesto que llegó al evento blindado con la presencia de mis hijos prestos a solucionar cualquier incidente y a participar en toda tarea, esto me permite confiar en el futuro, el cobijo de mis amigos atentos y solidarios, de quienes integran a Génesis convertidos en incondicionales aliados hacen que el reto sea más fácil de enfrentar.
Mención especial merece las bendiciones que desde el firmamento me envían mis padres, mis amigos: Enrique Ramírez Miguel, Gustavo Gallegos Vargas, José Luís Gras Garcilazo, Gerardo Salguero Ruiz, Julio Antonio Luna García, Marco Antonio Ramírez Villalón, Cuauhtémoc Pérez Lemus, José Patiño, José Abel Ayala García y mi primo Roberto Ortiz Cortés, integrantes de la “avanzada” Génesis en el cielo.
La recurrente presencia en este evento de muchos de los recipiendarios del pasado ha fortalecido mí convicción de que han sido más los aciertos que los errores.
La enseñanza de mi entrañable amigo, Enrique Ramírez Miguel: “que la crítica no le destruya y que el elogio no lo desubique” ha sido muy importante en momentos en que el ego campea o la impotencia parece que me derrota.
He respondido con certeza y gratitud que en cuanto la pandemia lo permita realizaremos la entrega de los Premios Génesis.
Mientras tanto, coincido con William Ward cuando dice: “Sentir agradecimiento y no expresarlo es como envolver un regalo y no entregarlo”.
Desde el fondo del corazón y la luz de la inteligencia, la distancia física, pero desde la cercanía del corazón expreso un contundente
¡Gracias! a la vida, a Dios, a Morelia, Michoacán y México.