Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Hace unos días concluí mi más reciente reto académico al concluir los Diplomados en Tanatología Básica y Clínica en la prestigiada Universidad La Salle Morelia.
Durante más de 240 horas tuve la oportunidad de recibir puntual y amplia información sobre él proceso de “entendimiento” y “aceptación” de la inseparable dualidad vida – muerte.
A lo largo de este tiempo tuve ocasión de disfrutar de amenas charlas y ricos comentarios sobre el tema con personas que me aventajan, entre otras cosas, en edad y experiencia por lo que con mucho interés escuché sus conceptos, visión y experiencias, los cuales me han motivado a realizar algunas reflexiones en torno a la importancia del ¡aquí y ahora!
Exigencia complicada por la velocidad con la que vivimos, con inmensa cantidad de información, cambios constantes en valores y paradigmas, con la necesidad de experimentar un proceso ágil y casi inmediato de adaptación, no solo para sobrevivir, sino para destacar y mantener intacta posición y status.
Durante los últimos meses hemos vivido experiencias no imaginadas con motivo de la pandemia expresada en todo el mundo.
Incertidumbre, miedo, rumores, impotencia, lágrimas, encierro “voluntario”, aprendizaje a distancia, uso de cubrebocas, abrazos virtuales, hospitales y panteones “saturados”, “cercanía desde la distancia”, fe puesta a prueba y esperanza en el horizonte fueron y son parte de las características cotidianas en las que “tuvimos” que aprender a vivir.
Dimensión tiempo, valor de las cosas, comunicación, salud, educación, alimentación, convivencia, vida y muerte cambiaron.
Estimado lector, ¿es de esas personas que siempre dejan todo para mañana?
En ello lleva un alto riesgo de perder valiosos instantes para descubrir otros horizontes, conocer nuevas personas, apreciar deliciosos sabores, disfrutar de los amaneceres o atardeceres en latitudes diferentes a su hogar, adquirir el vehículo de sus sueños y quizá saludar algún muy estimado afecto.
Si usted deja pasar las oportunidades que la vida le brinda, está pagando un costo demasiado alto para quedarse en su zona de confort.
¡Despierte hoy y tome acción! Si bien es cierto que el paso del tiempo y la acumulación de años de existencia invitan a buscar estabilidad, alejarse de los riesgos, la polémica, el estrés y la incertidumbre no implica perder la capacidad de asombro, el deseo de seguir aprendiendo ni mucho menos de disfrutar de nuevas experiencias.
Es común que tengamos al alcance de nuestra decisión el negocio soñado, la relación de pareja ideal, el reencuentro con amigos o familiares, así como la compra conveniente, pero una de las respuestas que más me asombra de las personas es cuando deciden: “¡Aunque parece una buena oportunidad, lo voy a pensar” o la justificación: “lo haré la próxima vez!”
¿Y si no hay próxima vez? … ¿Por qué no ahora?
Hay miles de excusas, muchas de ellas incluso pueden ser muy válidas, pero siguen siendo pretextos para dejar de actuar. Les dice algo: falta de dinero, tiempo o relaciones, el afirmar no estar listo ni seguro de que sea el mejor momento, etc.
El verdadero problema es la apatía o el miedo de tomar una decisión y con ello comenzar a conquistar terrenos desconocidos, nuevas luchas, retos y desafíos.
Algunos intentan evadir este escenario porque saben que reclamará de dinero, tiempo y riesgos, retará inteligencia y sensibilidad, capacidad de resiliencia y creatividad costándoles lo que coloquialmente muchos afirman será sangre, sudor y lágrimas.
Sin embargo, aunque les cueste trabajo reconocer, añoran con todo su corazón participar en una nueva aventura, huir de rutinas e inercias para mantener intacto su entusiasmo por vivir.
El posponer una decisión que se sabe o se desea tomar, solo alargará el tiempo requerido para paladear la satisfacción de un nuevo logro.
¿Quién nos garantiza que el día de mañana vamos a tener más dinero, salud o tiempo?
La verdad es que difícilmente tendremos un escenario 100% ideal y oportuno para emprender algo, si esperamos las condiciones perfectas, muy probablemente esperaremos toda la vida.
Recuerdo a quien con sabiduría y estrategia dijo: “Yo planifico y luego hago que las cosas sucedan.”
Suelo compartir con mis estudiantes la frase de… El futuro debe pensarse, construirse y finalmente debe provocarse.
Seguramente ambas frases pueden ser el detonante requerido para decidirse a actuar ¡aquí y ahora!
No siempre es fácil y a veces es extremadamente tentador dejar las cosas para más adelante.
Mi entrañable amigo, el doctor José Luís Gras Garcilazo, antes de partir de este plano físico, después de vivir por más de noventa años me repitió muchas veces:
“Quizá ya no sea tiempo de sembrar vides u olivos, pero jamás deje de sembrar rosas para que disfrute de su aroma y embellezca el panorama”
Estimado lector, desde el fondo del corazón le invito a no postergar sus sueños, ni posponer el viaje que siempre ha anhelado, ni mucho menos a dilatar más el encuentro con el familiar o el amigo lejano, tampoco a diferir todo aquello que le otorgue satisfacción.
Con total respeto le recuerdo que … ¡!mañana puede ser demasiado tarde!!
Sin duda que mi reciente “acercamiento” con la Tanatología y sus implicaciones me han hecho valorar el ¡aquí y ahora!, a no perder el tiempo con “rounds de sombra” ni solo con promesas, incluso a mi mismo.
El día tiene 24 horas, 1440 minutos y 86,400 segundos les invito a utilizarlos con sabiduría y a disfrutarlos con plenitud, ciertos de que el tiempo es un recurso NO renovable.