El Porvenir de Cuitzeo

Isabel Ruiz de Velasco, artista mexicana en creación y recreación constante

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“Mi esencia siempre ha sido la experimentación y la exploración constante”, comenta risueña en entrevista la artista visual, pintora y restauradora mexicana Isabel Ruiz de Velasco; inquieta y proactiva ha tomado desde su infancia las oportunidades que se le han presentado “cual si fuera un vaso con agua o lo último que voy a efectuar en mi vida”.

Desde pequeña se propuso que quería cantar, ser actriz, productora de televisión, pintora, casarse y tener hijos, con la convicción de que era posible realizar lo que se propusiera. Tomó clases de canto y actuación en Bellas Artes, cursó la carrera de Ciencias y técnicas de la información, donde se graduó con Mención Honorifica por la Universidad del Nuevo Mundo, e hizo su maestría en Psicología Gestalt, además de tomar clases con maestros de pintura Luis Nishizawa y Gilberto Aceves Navarro.

Cuenta en entrevista Ruzi, como firma en sus obras, que su mamá llegó a tener cinco tiendas en el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde hacía arreglos para novias y quinceañeras, tocados para las bailarinas de Bellas Artes, además de sombreros para María Félix y Silvia Pinal, entre otras personalidades que desfilaban por esos establecimientos “siempre le gustó el arte y las antigüedades, a raíz de esto me dio la libertad creativa para idear los escenarios para los aparadores de sus tiendas, lo que fue mi primer acercamiento con el arte y mi primer universo de colores y texturas infinitas”.

Isabel se dice “todóloga”, pues afirma que su vida la va a usar para experimentar con lo que se le ponga enfrente “así como dice el dicho: ‘al son que toquen bailaré’. Si me dicen pinta un caballo, pues les pinto un caballo. He hecho muchos trabajos de dibujo, no soy una artista de un solo estilo y con una fórmula. Lo que no puedo dejar de lado es mi azul, el cielo, las nubes, la calma, la tranquilidad, y la paz”.

En este camino de la experimentación Ruzi refiere que ha pintado también con tierra, arena, carbón, carboncillo y en todas las técnicas; en los últimos meses ha aprendido a soldar, para incursionar en la escultura.

“Una maestra me decía que pintaba de chile, dulce y manteca, pero así quiero seguir siendo, no quiero ser una fórmula; quiero ser yo y experimentar, quiero pintar con todo lo que hay en este planeta”.

En el recorrido de estilos y técnicas diversas, la artista, pese a su inclinación por pintar imágenes religiosas, especialmente de la Virgen de Guadalupe, ha encontrado en el paisaje mexicano y el paisaje de su imaginación, un escenario de desarrollo constante, haciendo una mezcla de paz y equilibrio.

“Gracias a que mi padre fue piloto aviador, tuve el privilegio de subirme muchas veces a las avionetas, desde donde tuve la fortuna de ver la vida en otra perspectiva. Veía el cielo, las nubes y toda esa grandeza como si fuera una casita de muñecas”.

En sus producciones Ruzi, creadora de más de 800 pinturas, más de 15 exposiciones individuales y 20 colectivas, presenta obras de gran formato que han tenido evolución, desde el más clásico academicismo hasta el abstracto, estilo en el que está incursionado.

Ha participado en más de 15 exposiciones altruistas y con causa a favor de las ballenas, las mariposas monarca, tortugas y los colibrís; además, se ha unido a la lucha contra el cáncer, obsequiando o donando pinturas para que pacientes puedan adquirir sus medicamentos, además de participar en “Octubre rosa”.

Para este año prepara un trabajo especial sobre la niñez mexicana, en donde su objetivo será pintar una niña que represente a cada entidad del país y armar una exposición internacional “para que el mundo conozca a las niñas de México”.

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