De un estilo considerado académico romántico, con influencia del barroco holandés, el realismo, el costumbrismo y el prerrafaelismo, el pintor Germán Gedovius es recordado en el 155 aniversario de su nacimiento. Autor de un profuso acervo pictórico, destacan dibujos, retratos y una diversidad de obras vinculadas con la corriente simbolista.
La Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), junto con el Museo Nacional de Arte (Munal), recuerdan a este reconocido artista, cuya obra refleja la influencia del barroco holandés, el simbolismo, el realismo, el costumbrismo y el prerrafaelismo, quien fue considerado un notable artista de la vanguardia mexicana de finales del XIX.
Gedovius Huerta nació el 1 de mayo de 1866 en la Ciudad de México, pero su familia se estableció en San Luis Potosí. Trabajó en el departamento de contabilidad de la ferretería familiar y, con los primeros ahorros adquirió pinturas en polvo que mezcló con harina y aceite comestible con la finalidad de realizar su primera obra de contenido religioso.
Debido a su desempeño y a la recomendación de un amigo de la familia, Germán ingresó a los 16 años en la Academia de San Carlos, ahí conoció a Salomé Piña y a Rafael Flores y durante cuatro años profundizó en el estudio pictórico.
Posteriormente, por iniciativa de su padre, emprendió un viaje a Alemania con el propósito de conocer nuevas técnicas de pintura y encontrar un tratamiento médico adecuado debido al problema auditivo que padecía. De este modo, se estableció en Hamburgo y se entregó al estudio de la lengua alemana. Fue en la Real Academia de Bellas Artes de Múnich, lugar de formación de Giorgio de Chirico, Lawrence Alma-Tadema, Alfons Mucha y Kandinsky, donde aprendió a dibujar al carbón en 1884. Con el maestro Johann Caspar Herterich dominó el dibujo al natural y gracias a Wilhelm von Dior conoció la técnica del color.
Tras conseguir una plaza como docente en la Academia de San Carlos, regresó a México en 1893. Entre sus discípulos destacan María Izquierdo, Diego Rivera, Saturnino Herrán, Ángel Zárraga y Alberto Garduño.
En 1903 inició su etapa más sobresaliente como maestro de pintura de claroscuro, en lo que hoy se conoce como la Escuela Nacional de Bellas Artes, bajo la dirección de Antonio Rivas Mercado. Asimismo, junto con Antonio Fabrés, Leandro Izaguirre y Julio Ruelas, participó en las más distinguidas exposiciones de su época.
Con un estilo considerado académico romántico, pintó numerosas piezas, entre ellas: Autorretrato, La dama de las violetas, Tehuana, Convento del Carmen, Sacristía de Tepotzotlán y Amapolas. Además, realizó varios retratos de personajes cercanos a él, así como una significativa producción de vistas interiores, como la del Patio de la Hacienda de los Morales, en 1908.
En el acervo del Munal destacan las obras: Desnudo barroco, sin fecha registrada, realizada en óleo sobre tela, en la cual una figura femenina reposa acostada, rodeada de flores que remiten a lo efímero, en un sofá con un fondo oscuro y ambientación exótica, características de la corriente simbolista. Tehuana (1917), representa un personaje atípico, pues no usa la indumentaria tradicional distinguida por su resplandor, pero contiene el elemento de la maternidad como alegoría de la patria mexicana. Se puede apreciar su feminidad mediante pinceladas puntuales y evocadoras.