El activismo social de grupos fronterizos para mostrar su solidaridad con movimientos vinculados a sucesos históricos de impacto internacional, como la guerra de Vietnam y el golpe de Estado en Chile, entre otros, y en el plano interno el movimiento estudiantil del 68, muestran que en estas latitudes florecieron organizaciones cuyos planteamientos revelan que entendían muy claramente la geopolítica que regía desde la posguerra, aseguró la investigadora Sara Musotti.
Durante una charla transmitida por el Centro Cultural Tijuana, institución de la Secretaría de Cultura, en el marco de la campaña Contigo en la Distancia, la académica desarrolló el tema “Activismo transnacional y solidaridad en la frontera en los años 70”, como parte del ciclo Historia de Baja California que organiza el Cecut en colaboración con el Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC.
A partir de las ideas de Erick Zolov, profesor de Historia de la Universidad Stony Brook de Nueva York, la conferencista se refirió, como antecedente, a la noción de “los 60 globales”, concepto que rebasa la sola idea de tiempo, ya que “incluye aspectos no sólo geopolíticos, sino también de estética y praxis culturales, junto con movimientos sociales” que se registraron en esa década y la siguiente, en “un marco conceptual construido por múltiples corrientes y fuerzas geopolíticas, ideológicas, culturales y económicas”.
Tales corrientes políticas e ideológicas “produjeron una simultaneidad de respuestas similares en contextos geográficos diferentes, lo que sugiere causas entrelazadas”, que no se circunscriben a una época determinada, dijo, sino a una forma de pensamiento más o menos común que se genera en los países periféricos durante la Guerra Fría.
Apoyada en una serie de carteles y documentos de época que fue mostrando a lo largo de su charla, la investigadora exhibió los volantes que hacía circular en Tijuana el Comité de Solidaridad contra la Guerra de Vietnam; hay que considerar que la sede central de esos comités estaba en Moscú, y eso en tiempos de la Guerra Fría tenía un particular significado adverso para las organizaciones civiles.
No obstante, en el emblemático año de 1968, el mencionado comité organizó un mitin de solidaridad con el pueblo de Vietnam, en el centro histórico de esta ciudad, localizado a corta distancia de la línea fronteriza, para exigir el retiro de las tropas estadounidenses, el cese de los bombardeos contra la población civil y la paz inmediata en el país asiático.
“Otro acontecimiento que generó un gran activismo social en esta frontera, fue el movimiento estudiantil del 68 y en un acto convocado por el Comité de Lucha por las Libertades Democráticas se pedía lo mismo que en la Ciudad de México, la eliminación del cuerpo de granaderos”, resaltó la historiadora.
Curiosamente el volante mostrado en pantalla convocaba a los tijuanenses a una manifestación que tendría lugar el 2 de octubre, fecha en que tuvo lugar la matanza de Tlatelolco, lo que da cuenta de la sincronía de ambos actos de protesta y que marcaron el año de 1968.
Un episodio más de solidaridad que tuvo lugar en los años 70 en esta frontera fue con el pueblo de Chile, dijo la investigadora de origen italiano al mostrar carteles y otros materiales que le proporcionó el legendario luchador tijuanense Blas Manrique para esta investigación, en los que puede verse la imagen de Salvador Allende asesinado en el golpe de Estado de 1973, afirmó Musotti, quien refirió que años más tarde se registró un intenso activismo de solidaridad latinoamericana, en este caso, contra el intervencionismo de Estados Unidos en Centroamérica, con una marcha convocada por la Comisión de Solidaridad con El Salvador, muy activa en los años 80.
Durante la recapitulación de su charla, Musotti afirmó que “existe una conexión directa con acontecimientos específicos, como la guerra de Vietnam, el golpe de Estado en Chile y el intervencionismo estadounidense en Centroamérica, de modo que la solidaridad organizada por la izquierda en esta frontera surgió en respuesta a graves violaciones de los derechos humanos en esos casos, lo que facilitó la difusión sobre lo que estaba ocurriendo en el plano internacional”.
La investigadora destacó también que en 1975 se realizó el Simposio Mujer y Sociedad en América, impulsado en esta frontera por los activistas Marta Sánchez y Jorge Vélez Trejo, quienes habían llegado aquí en los años 70 provenientes del movimiento de médicos y pasantes conocido como “batas blancas”, que había sido duramente reprimido en 1965.
En esa época la oferta cultural de la ciudad era escasa, afirmó Musotti, y ellos empiezan en 1977-78 una serie de proyectos sociales y “proponen eventos culturales que podrían entrar dentro de una gran definición de contracultura”, planteando, entre otros, el debate sobre la legalización del aborto en México, que fue bien acogido por la sociedad tijuanense, pero “criticado por grupos feministas como Emancipación, la primera organización feminista de Tijuana, por no ser un evento abierto a todo público, sino limitado a una élite”.
Emancipación organizó entonces un foro abierto a “las mujeres de todas las clases sociales, titulado ‘El movimiento actual de las mujeres’” que convocó “no sólo a intelectuales de Baja California y la vecina California, sino de diferentes partes de México y de varios países de América Latina y Europa”, lo que estimuló la divulgación de temas feministas en la sociedad fronteriza.