Dr. Rogelio Díaz Ortiz
El siglo XXI nos presenta una gran variedad de retos, muchos ellos identificados con el desarrollo tecnológico y de comunicaciones que ha logrado que se conozca al instante la cotidianidad de los cuatro puntos cardinales del planeta.
El día a día se ha vuelto complejo al “resolver” lo urgente y dejar para después lo importante.
La pandemia ha producido múltiples cambios a la cotidianidad y ha trasformado el valor de todo, incluido el tiempo.
Se han escrito infinidad de artículos sobre temas de salud, se han polarizado opiniones respecto a todo lo vinculado al origen, prevención y atención de la enfermedad causada por el COVID 19.
Descubrimientos, estudios, proyectos y acciones se conocen, discuten y analizan día con día ya que lo que hoy se afirma como verdad mañana es puesto en duda y quizá pasado mañana haya cambiado.
Todo ello generando en la sociedad incertidumbre, ansiedad, euforia, depresión y un profundo estrés que desestabiliza sus relaciones personales y laborales.
A lo anterior habrá de agregarse, una nueva forma de comunicación en la que se privilegia el chat, Messenger, Twitter, Whats App o Facebook, creando nuevos códigos, eclipsando la comunicación cara a cara y provocando el auge de todo lo que sea virtual.
De forma súbita se ha “obligado” a que la educación y el conocimiento se obtenga a través de herramientas virtuales, desnudando carencias en experiencia e infraestructura.
Las consecuencias han sido, entre otras, estrés y cansancio de escolapios y docentes, la deserción de un significativo numero de ellos, la dudosa calidad de los conocimientos impartidos y el anuncio repetido de un pronto regreso al sistema presencial.
La comida rápida se ha convertido en la más consumida sin importar la sanidad de sus ingredientes, la industrialización de sus insumos y las consecuencias de su ingesta.
De ahí el aumento del número de personas que padecen alguna enfermedad acido péptica, colitis o incluso cáncer de Colón y Recto.
No se puede soslayar el grave problema que enfrentamos como país con la Obesidad de niños, jóvenes y adultos como consecuencia de malos hábitos alimenticios, la comercialización masiva de comida chatarra e incluso tendencia genética, sin soslayar que el “encierro” sugerido por la pandemia ha incrementado el dañino sedentarismo.
A pesar de la pandemia, se ha incrementado notoriamente la población mayor de sesenta años de edad, sin que gobierno, familias ni la sociedad en lo general estemos preparados para ello.
De ahí que las vialidades, centros comerciales, cines, estadios deportivos ni las propias casas se encuentren adecuadas para facilitar el deambular de los ancianos ni mucho menos para brindarles comodidad y seguridad.
Las enfermedades metabólicas, crónicas y degenerativas son ahora el tema principal en los consultorios, clínicas y hospitales ya que más allá de la actual pandemia son la patología más frecuente entre la población del país.
Por supuesto, no hay que olvidar que enfermedades como el cáncer se encuentra presente y en algunos casos creciendo en su frecuencia.
Se desperdicia el talento y la experiencia acumulada, se limita y menosprecia en una larga cadena de omisiones y errores repetidos.
Sin duda alguna que en el siglo XXI es una prioridad la atención y el cuidado del medio ambiente ya que de ello depende el presente y futuro de la humanidad.
Los efectos por el cambio climático nos afectan a todos, llama poderosamente la atención que existan amplias regiones con lluvia que provoca inundaciones, en tanto que otras padecen sequía y aridez.
Todo ello, expresado con crudeza en devastadores incendios forestales y ascendente carencia de agua potable.
La deforestación, producción de basura, contaminación del aire y el agua, la desaparición de reservas ambientales y el cambio de uso del suelo, so pretexto del desarrollo urbano, han colocado en jaque a ciudades enteras poniendo en serios apuros la sustentabilidad de sus habitantes.
Hoy es una premisa urgente la creación de planes maestros integrales que visualicen la necesaria convivencia de modernidad con patrimonio, desarrollo con ecología, juventud con experiencia, historia y futuro.
Por si algo hiciera falta, el presente siglo se encuentra plenamente identificado con la búsqueda del desarrollo de la espiritualidad pero esto no será posible si nos olvidamos de la convivencia con el medio ambiente, si fallamos al diseñar las ciudades del futuro, si negamos atención al establecimiento de canales de comunicación efectivos y cara a cara, si menospreciamos nuestras raíces, tradiciones y pasado, si seguimos postergando la atención al campo y su vital producción de alimentos, si solo planeamos el futuro dejando de vivir el presente.
El futuro de la humanidad se escribe en este momento, la temporalidad de todo lo que nos rodea y hacemos nos debe tener alertas para valorar en su justa dimensión la oportunidad de estar vivos, mañana quizá sea tarde… lo estratégico es ocuparnos hoy para no tenernos que preocupar siempre.
Dejo a la reflexión de los lectores estas líneas y reto a los Candidatos al Gobierno Estatal o Municipal, Legislaturas Federales y Locales ha incluir en sus agendas y proyectos de trabajo esta compleja problemática con la esperanza de que alguno de ellos se “comprometa” y contribuya a su solución.
Como siempre, apreciado lector, la mejor opinión es la tuya…