El Porvenir de Cuitzeo

“El Médico no requiere tener buena letra sino comunicarse con sus pacientes con el corazón” Anónimo

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Dr. Rogelio Díaz Ortiz

Hace unos días se festejó a quienes ejercen como profesión la medicina, vale la pena recordar que, a partir de 1937, se festeja en nuestro país el “Día del Médico”, ocasión para reconocer entrega y profesionalismo, eventos en los que nunca están todos quienes debieran, pero casi siempre quienes representan a esta noble profesión.

Vale la pena destacar que el Senado de la República entrego la edición 2022 de la presea “Belisario Domínguez” a los médicos del país.

Estudiar para ser médico es un privilegio que no todos tienen, es una distinción que obliga a ser pulcro en el vestir, veraz en los comentarios, prudente en el pensar, humilde y solidario, estudiante disciplinado, responsable y amoroso con él prójimo, dispuesto siempre a aprender y a trabajar en equipo.

A lo largo de la historia de la humanidad la profesión médica ha ocupado un lugar “especial” en la sociedad debido, entre otras cosas, a su permanente “contacto” con la salud y la enfermedad, con la vida y la muerte.

Desde estudiante el Médico está consciente que su preparación académica no finaliza cuando egresa de la Escuela o Facultad, sino que es un ejercicio permanente y obligatorio que tendrá que cumplir todos los días de su práctica profesional ya que no hacerlo le convertiría en una amenaza y un peligro para sus pacientes. Aprende que en esta profesión no existe horario ni fecha que le exima de la responsabilidad de atender un paciente.

El profesional de la medicina es un ser humano que se ha comprometido con la humanidad, a no dañarle, preservar la vida, honrar a sus maestros y enseñar a sus alumnos, a que la salud de sus pacientes sea el paradigma primario de su actuar, a no traicionar jamás la confianza de su paciente ni comentar a otros lo que en consulta le ha sido informado, a ver a sus colegas como sus hermanos, a intentar siempre coadyuvar a que su paciente tenga calidad y en lo posible cantidad de vida, acompañarle en el momento de su partida de este plano físico siempre respetando sus derechos, voluntad y dignidad.

Este festejo me ha dado ocasión para evocar a mis Maestros y compañeros de la Generación 1974 – 1979 de la Facultad de Medicina “Dr. Ignacio Chávez” de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Parece que fue ayer cuando egrese de las aulas nicolaitas, sin embargo, han transcurrido más de cuarenta años.

A lo largo del tiempo, en el ejercicio de la medicina, he tenido momentos agridulces, la satisfacción de recuperar la salud de muchos, pero por otra la impotencia de no poder hacer nada para evitar la muerte de algunos.

He tenido momentos de dudas en los que me pregunté ¿por qué soy médico?, como cuando sufrí la partida de mis padres o de mi hermana PERITA, pero también de intensa felicidad al participar en la “recepción” de mis hijos y nieto a la vida.

Con sincera humildad he honrado lo aprendido, reconocido mis limitaciones y nunca he dejado de actualizar ni enriquecer todo lo que se relaciona con una mejor práctica profesional.

He acudido al consejo de los expertos, pero nunca me he desentendido de un solo paciente.

He formado e integrado excelentes equipos de trabajo con el objetivo de brindar una atención integral y multidisciplinaria.

He abierto la mente para conocer y recibir conocimientos de todos orígenes evitando negarle al paciente cualquier posibilidad terapéutica para su mejoría e incluso para intentar salvarle la vida.

He contado con la bendición del acompañamiento del Creador por lo que me ha tocado ser testigo de “milagrosas” recuperaciones solo comprendidas bajo el marco de la fe.

He seguido modestamente los pasos de mis maestros adentrándome a las profundidades del humanismo, su práctica y constructiva difusión.

Hoy que me encuentro prácticamente en el retiro de mi ejercicio profesional como Médico, no puedo concluir este espacio sin decir gracias… gracias… gracias a mis pacientes, quienes, a lo largo de más de cuarenta años de practicar la medicina, me han brindado su confianza y han puesto en mis modestos conocimientos su salud.

Hoy más que nunca, estoy convencido de que si volviera a nacer y tuviera que decidir a que dedicarme escogería sin dudar ser Médico y formarme en las aulas nicolaitas, en las clínicas y hospitales de Michoacán.

Extiendo estas líneas para expresar mi gratitud y admiración por todos mis compañeros de la generación 1974 – 1979 quienes con su trabajo, entrega y resultados han construido un sólido prestigio profesional, asumido con éxito el rol de líderes sociales y hoy disfrutan del reconocimiento a su calidad humana honrando de esta manera lo que aprendimos en las aulas de la Casa de Hidalgo.

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