El Porvenir de Cuitzeo

El INAH lamenta la pérdida de Alfredo López Austin, gran historiador del pensamiento mítico mesoamericano

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Alfredo López Austin (Chihuahua, 1936–Ciudad de México, 2021), uno de los más destacados estudiosos de nuestro pasado prehispánico, nos acompañó hasta el final. Hace un lustro, en el homenaje que celebró sus 80 años de vida, hizo un llamado a intensificar la lucha, defender “nuestras grandes instituciones formadoras” y mantener la esperanza ante “un México que languidece”.

En aquel homenaje, organizado por sus dos casas, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dejaba un gran reto a las generaciones de mexicanos y mexicanas. El historiador del pensamiento mítico mesoamericano ha penetrado ahora en el tiempo, esa dimensión física que siempre le atrajo, y nos deja como legado su pensamiento infinito.

Tras expresar su pesar por la partida del historiador, el director general del INAH, Diego Prieto Hernández, indicó que “seguramente, el gran maestro nos estará haciendo mucha falta para poder entender los universos simbólicos y la profunda sabiduría de los pueblos y culturas originarias de nuestro territorio.

“Vaya para él, el insigne ‘Tlacuache Mayor’, el sabio, el hombre bueno que fue Alfredo López Austin, nuestro eterno recuerdo, nuestra profunda admiración y el deseo de alcanzarlo algún día por los caminos del Xilbalbá, por las veredas del Mictlan, en fin, por estas otras dimensiones de la realidad desde las cuales nos debe estar mirando, probablemente, con algún sentido de buen humor”.

De su obra, la cual es y seguirá siendo referente, el INAH tuvo el privilegio de contar con uno de sus últimos ensayos, titulado justamente Tiempo, para el libro Códices de México, recién publicado. Asimismo, en la presentación de la serie televisiva Nuestras cosmovisiones, sus hacedores destacaron cómo los aportes del investigador emérito de la UNAM atraviesan cada uno de capítulos que la integran.

Mención aparte merecen sus colaboraciones académicas en diálogo con otros grandes maestros como Miguel León-Portilla, el investigador emérito del INAH, Eduardo Matos Moctezuma, y con su hijo, el arqueólogo Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, con quien entregó en coautoría libros como El pasado indígena Monte Sagrado-Templo Mayor, entre otros.

Sobre la mancuerna que mantuvo con su hijo en los últimos años, expresaba que el resultado, “aunque lento, ha sido provechoso. En el trabajo colectivo se gana en términos académicos, pues la discusión produce un mayor rigor y un mejor resultado. Cuando dos investigadores trabajan juntos no se suman dos cabezas, se potencian dos cabezas”.

En esa entrevista realizada por sus colegas Alicia Salmerón y Elisa Speckman, Alfredo López Austin advertía, sin embargo, que en la academia campea una ‘idea productivista’: “Mientras más se piense en la academia con una mentalidad de mercaderes, el resultado será peor. No es que esté en contra de los mercaderes, pero creo que es tan absurdo que ellos traten de imponernos criterios de cómo vivir la academia, como si nosotros les propusiéramos una solidaridad de tipo académico en las empresas.

En marzo de 2017, en la presentación de los tres volúmenes que compendian los artículos leídos durante su homenaje, organizado por la UNAM y el INAH: Del saber ha hecho su razón de ser…, el titular del INAH, Diego Prieto, expresó que este título apenas hacía justicia a un hombre “con la capacidad de entender al mundo, a la vida e interpretar en el sentido más amplio el fenómeno humano. Saber como sabiduría”.

En esa ocasión, el antropólogo añadió que López Austin entregó su corazón, “no en alguna piedra de sacrificio, pero sí en el campo del archivo, del gabinete, en las aulas donde está el mejor público para mostrar que no todo está perdido”.

Mientras que el arqueólogo Eduardo Matos destacó su humildad, siempre renuente a los homenajes, hasta que sus propios discípulos le obligaron a dejarse “apapachar”, gesto que demuestra cómo el connotado historiador, al igual que con su familia, fue en la amistad y en el ámbito profesional, un árbol que daba sombra y frutos.

A pesar de haber cursado Derecho en la UNAM, Alfredo López Austin siempre sintió inclinación por la Historia, en especial por la relativa a las religiones de la antigüedad. Paralelo a su carrera, tomó cursos de náhuatl, cultura prehispánica e historia de Roma, en la Facultad de Filosofía y Letras, teniendo profesores como Miguel León-Portilla.

López Austin fue investigador de la UNAM, primero en el Instituto de Investigaciones Históricas y luego en el de Investigaciones Antropológicas. Recibió múltiples distinciones por su labor de investigación, como las becas del Instituto de Cultura Hispánica y de la Fundación Guggenheim, amén de haber sido muy reconocida su vocación por la enseñanza.

Entre sus obras, por mencionar algunas, están: Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuasHombre-Dios, religión y política en el mundo náhuatlEl conejo en la cara de la luna. Ensayos sobre mitología de la tradición mesoamericanaLos mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana; Tamoanchan y Tlalocan; y, en colaboración con Leonardo López Luján, Mito y realidad de Zuyuá. Serpiente emplumada y las transformaciones mesoamericanas del Clásico al Posclásico.

El historiador publicó más de 30 libros, como autor o editor, y su trayectoria fue reconocida con el Premio Universidad Nacional (1993), la medalla y diploma del Senado de la Universidad de Varsovia, Polonia (2008), y el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña (2017), entre otros. El año pasado, recibió el Premio Nacional de Artes y Literatura.

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