Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Uno de los retos de “vivir” en el tercer milenio es hacerlo bajo la preponderancia de la tecnología, informática y redes sociales haciendo necesario para “sobrevivir” el desarrollo de capacidades involucradas, todas, con inteligencia emocional y resiliencia.
Por tal motivo, el habitante del siglo XXI debe tener gran capacidad para una rápida adaptación a los permanentes cambios de hábitos, paradigmas y formas de convivencia.
Elemento fundamental de lo anterior es el desarrollo de la habilidad para “aprender” a pensar, lo cual se escucha raro cuando tenemos cotidianamente que hacerlo para el desempeño de tareas sencillas o complejas.
Desde hace algunas décadas nuestro pensamiento es inducido por el bombardeo constante de los anuncios trasmitidos por radio, televisión, cine, prensa e internet marcando tendencias, modas y supuestas necesidades.
Pensar en estos tiempos es un reto que se expresa con dependencia o libertad, creatividad o rutina.
Pareciera que pensar hoy es más complicado que en ninguna otra época, ya que existe más información de la que jamás imaginamos, el conocimiento además de basto es volátil y cambiante; la economía, cultura y hábitos son globales; existen contrastantes realidades que generan inequidad, frustración, envidia, inseguridad y el peligro de un estallido social.
En el momento actual enfrentamos como país la “adaptación” a una nueva forma de gobernar, al envejecimiento de un numeroso sector de la sociedad, a la visión del gobierno federal de otorgar “apoyos sociales” a los “Ni nis” en contrastante paradoja con quienes invirtieron años de estudio para lograr una licenciatura e incluso una maestría sin que tengan empleo y sí lo tienen les sea reconocida su preparación con un salario digno.
Quizá nos preguntemos… ¿Pensar para qué?, entre otras respuestas pudiéramos afirmar que es un mecanismo necesario para ubicarse en el presente y visualizarse en el futuro.
No hacerlo tendrá consecuencias poco gratas para todos.
De la calidad de nuestros pensamientos dependerá la calidad de nuestras acciones, el presente y futuro , tanto personal como colectivo.
Vivir como observadores pasivos no es adecuado, necesitamos pensar y actuar como parte de la solución de todo cuanto acontece en nuestro entorno, el gobierno solo no lo logrará.
Debemos gozar los adelantos científicos y tecnológicos que esta época nos obsequia pensando en su uso con responsabilidad, transparencia, congruencia y trascendencia.
“Creer que todo tiene solución no es optimismo, es talento.
El camino al éxito no es nada sencillo, en este siglo y en todos los demás, pero cuando parezca imposible de lograr es estratégico y necesario no cambiar de objetivo, “solo” se requerirá buscar nuevas formas de llegar a él.
Pensar nos permite tener total claridad respecto a que si son muchas las dificultades y pareciera que lo lógico es renunciar a algo, lo que tenemos que hacer es abandonar a la pereza, las excusas y malas energías que nosotros mismos creamos y continuar adelante con creatividad, constancia y disciplina, hasta paladear la satisfacción del logro obtenido.
Al final de todo, somos nosotros quienes decidimos ser parte de la mediocridad, de quienes solo se quejan pero no hacen nada, de los que envidian el éxito de los demás, de quienes pudiendo no quieren, de los que todo critican y encuentran de inmediato el “prietito” en el arroz o podemos ser parte de la elite que se esfuerza todos los días para aprender del fracaso, fortalecerse con cada logro, crecer aún en contra de todos los pronósticos convirtiéndose en inspiración, reto y ejemplo de cuantos les ven o conviven con ellos.
Sin embargo, debo agregar que, si pensar es muy importante, lo será de fundamental trascendencia si se acompaña de acciones, es decir pasando del escenario del discurso, al reto y contundencia de los hechos.
Entendiendo que pensar, construir y finalmente provocar el futuro es un paradigma útil y vigente para lograr casi todo, triunfar y ser feliz.
Sin duda estimado lector usted tiene la mejor opinión…