El Porvenir de Cuitzeo

“ Covid 19 … una lección que aprender ”

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Dr. Rogelio Díaz Ortiz

Con el transcurrir de los días pareciera que los días de crisis, enfermedad y muerte provocados por la pandemia hubiera sido solo un mal sueño.

Muchos enfermaron, algunos se curaron y muchos fallecieron sin que la ciencia actuará con la velocidad esperada ni las autoridades con la eficiencia obligada.

La apatía de algunos, indolencia e irresponsabilidad de otros, nos colocó en alta vulnerabilidad. El temor se instaló agravando la pandemia, países enteros entraron en cuarentena, cerraron sus fronteras y espacios aéreos.

Con incredulidad nos convertimos en testigos de la aparición de nuevos paradigmas en el hogar, educación, trabajo, gobierno, salud y cotidianidad en lo general.

Tuvimos que desaprender y reaprender con velocidad utilizando nuevos códigos de comunicación y convivencia, físicamente lejos de nuestros afectos, con nuevas rutinas y con las emociones a flor de piel.

El uso de la tecnología, las redes sociales y el quehacer científico se convirtieron en herramientas que brindaron esperanza e iluminaron nuestra vida en los momentos más oscuros de la pandemia.

Sentimientos, emociones y esperanza se canalizaron a través de la espiritualidad para coincidir en la existencia de una conciencia superior a la que recurrimos para pedir ayuda, sin distingo de raza, color, edad, posición social, grado académico, religión e idioma.

Entre las muchas lecciones recibidas durante la pandemia resalta el reconocimiento de que la vida humana es altamente vulnerable, que cuando esta se encuentra en riesgo la economía se detiene, el mundo se paraliza.

Nos dimos cuenta de la importancia del ¡aquí y ahora! al “descubrir” que la dimensión tiempo cambio, haciendo significativo el presente, reiniciando el proceso de nuestra vida paso por paso y día por día.

Se incorporaron a nuestra cotidianidad prácticas como educación a distancia, teletrabajo, compras en línea, “asistencia” virtual a museos, conciertos y películas, convivencia a través de video llamadas y “rechazo” al contacto físico.

Tuvimos que enfrentar, sin opción, un cambio violento de hábitos y costumbres, alimentación y convivencia, integración a nuestra vestimenta de cubrebocas, lentes y caretas, además de una “nueva” formar de “despedir” a quienes fallecieron.

Se ha identificado, como efecto de la pandemia. alteraciones en la personalidad, sentimientos y emociones que aún no terminan de cuantificarse y estudiarse, pero esta demostrado que todos los sobrevivientes padecemos de ira como manifestación de rechazo a todo cuanto nos vimos obligados a experimentar.

De manera inesperada “sentimos” en peligro nuestra vida, nos saturamos de información que abordo el origen, propagación, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad de manera poco precisa, sufrimos la presión constante de contestar preguntas para las que no teníamos respuestas, soportando exigencias contradictorias que causaron fatiga física y mental expresadas con cambio en nuestra forma de vivir el cada día.

La necesidad de utilizar el modelo de educación virtual ha desnudado debilidades y carencias acumuladas en los últimos lustros.

Pobre e ineficiente cobertura de internet, la ausencia de profesionales en el diseño instruccional se hizo evidente, la poca experiencia y en ocasiones resistencia del personal docente para interactuar con sus estudiantes de manera virtual fue evidente.

Se presentaron cifras elevadas de deserción escolar, simulación docente, dudosos resultados y evaluaciones fallidas.

Durante más de dos años niños y jóvenes se encontraron con el conocimiento a través de una Tablet, una computadora, un teléfono e incluso la televisión, perdiendo la oportunidad de socializar y hacer útil lo que se intento fuera el contenido académico necesario para su formación.

Con preocupación egresaron profesionistas que “aprendieron” a través de tutoriales de YouTube como colocar una sonda, explorar un abdomen o atender un parto.

Internos de pregrado y pasantes de servicio social llegaron al fin de su estancia en las aulas con grandes lagunas cognitivas, pobre experiencia e inquietante frustración e inseguridad en lo aprendido.

Ahora que las autoridades sanitarias han afirmado que la pandemia concluyo, todos tenemos claro que ya nada es ni será igual, tendremos que acostumbrarnos a convivir con el COVID 19, al surgimiento de nuevas cepas del virus que retarán la inteligencia y el desarrollo científico, que obligarán al mantenimiento inmunológico a través de vacunas más duraderas y de casi infinita cobertura.

Como sociedad hemos demostrado resiliencia e inteligencia emocional, logramos adaptarnos, sobrevivir y trascender esta cruda etapa, pero NO debemos olvidar la vulnerabilidad y el permanente riesgo en el que vivimos.

La pandemia concluyo, pero sus afectos no terminan de cuantificarse.

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