El Centro de la Imagen, institución de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, y el Museo Archivo de la Fotografía, institución de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, conmemoran el centenario del fotógrafo Nacho López con una exposición que muestra el último trabajo del artista. La muestra, con la curaduría de César Carrillo Trueba, se inaugurará el miércoles 29 de noviembre de 2023, a las 19:00 horas en el Museo Archivo de la Fotografía.
Ignacio López Bocanegra, “Nacho” López, es considerado uno de los máximos representantes de la fotografía mexicana. Aunque mayormente conocidos son sus reportajes fotográficos que conforman una vasta crónica de la Ciudad de México, sus reportajes etnográficos representan una rica veta dentro de su producción artística, los cuales iniciaron con su primera visita a Janitzio, Michoacán, en 1950. Entre esta y su visita en 1986 al Valle del Mezquital en el estado de Hidalgo, donde realizó su último trabajo, pasaron cuatro décadas.
A lo largo de ese tiempo viajó a la sierra Tarahumara, recorrió varias veces los Altos de Chiapas, convivió largo tiempo con los ayuuk en la sierra mixe de Oaxaca, fotografió ceremonias entre los wixárika de Jalisco y la vida cotidiana de los chontales en Tabasco. También entrevistó a viejos zapatistas en el estado de Morelos, filmó algunos cortometrajes para el entonces Instituto Nacional Indigenista (INI) y documentó la vida de los campesinos que llegaban a la Ciudad de México en busca de una mejor vida.
Esta exposición muestra 32 imágenes impresas en plata sobre gelatina que tomó Nacho López en el corazón del Mezquital: Ixmiquilpan, Tasquillo y Alfajayucan, tierras más secas que las del sur del valle y de mayor población indígena, a donde llegó más tarde. López visitó varias veces ese valle y se familiarizó no solo con la cultura del pueblo hñahñú, —los que hablan la lengua, como se denominan a sí mismos— habitantes de cultura otomí de esta porción del estado de Hidalgo, sino también con el agreste paisaje que habitaban, muy distinto al de antes de la introducción del riego y más aún del previo a la conquista de América.
Nacho López estaba convencido de la necesidad de visitar varias veces una región para lograr un buen trabajo, por lo que en su primer viaje no tomó muchas fotografías, en parte por su misma naturaleza, pero muy probablemente también, dice el curador de la exposición, “por la idea que él tenía de su trabajo, de un arte comprometido que ‘busca sus raíces en el devenir real y social’, de un arte que se produce en ‘contacto con los pueblos’”.
De esta manera logró fotografiar de cerca la vida cotidiana de sus habitantes, “captando de manera diáfana celebraciones, ritos y fiestas, dotando a los objetos más usuales de un sentido ritual, tornando lo ceremonial en algo cotidiano. El ojo y el corazón en un mismo palpitar. Sus imágenes traslucen una profunda dignidad, confieren a la vida de los pueblos una dimensión social y la dotan de un sentido humano, de carácter universal, capaz de provocar intensas emociones por su belleza plástica”.