El próximo 18 de julio se conmemorará el 150° aniversario luctuoso del expresidente liberal Benito Juárez García, acérrimo defensor de la República ante el intervencionismo francés y el Segundo Imperio mexicano de Maximiliano de Habsburgo. El reconocido historiador José Arturo Aguilar Ochoa abona a la investigación de las múltiples facetas del personaje, al analizar la integración de su imagen pública y privada.
Mirando al benemérito a través de sus fotografías. Vida política y familia es el título de la videoconferencia que impartió en el Seminario de la Mirada Documental, actividad impulsada desde hace 15 años por los institutos Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Dirección de Estudios Históricos (DEH), y de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, bajo la coordinación de los investigadores Rebeca Monroy Nasr y Alberto del Castillo.
En la ponencia virtual, hermanada con la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, Arturo Aguilar Ochoa ofreció una especie de contraparte de su obra La fotografía durante el Imperio de Maximiliano, 1864-1867, considerado un clásico del estudio de la imagen en nuestro país. Ahí, refirió que el interés por la figura de Juárez le vino por la enorme admiración que le profesaba el escritor Andrés Henestrosa.
Benito Juárez, anotó, ha sido visto desde todos los ángulos, sin faltar el de la imagen. Ejemplo de ello son libros como Juárez en el arte (1972), antología iconográfica que la historiadora Guadalupe Pérez Sanvicente coordinó en el marco del centenario luctuoso del exmandatario; la exposición El buen ciudadano, montada en 2006 en el Museo Nacional de Historia, o encuentros académicos como “Juárez. Memoria e imagen”, que tuvo lugar en el bicentenario de su natalicio.
En ese sentido, apuntó, son pocos los acercamientos a su figura a partir de la iconografía, donde destaca el estudio de la pintura, el grabado y la caricatura política, pero no así de la fotografía, lo cual es extraño porque esta -con los escasos retratos que existen- es la fuente que inspiró a las primeras y que dieron lugar al mito, consideró el catedrático del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Aguilar Ochoa comenzó su exposición con un retrato de la Colección Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez, de Palacio Nacional: una copia en papel de un daguerrotipo de su “boda” con Margarita Maza, en 1843, en la que también aparece su hermana Josefa. Sin embargo, es posible que la imagen fuera tomada en realidad durante la petición de mano de la novia, que también era un acontecimiento.
El hecho de que el original esté perdido y solo se cuente con una copia, a la que se agregó la leyenda: el ciudadano presidente […], es indicativo de que fue replicada para su difusión, ya siendo mandatario. De ahí que el propio historiador la llama “la fotografía del éxito”, porque “habla del triunfo que ya había tenido en su carrera política y académica, aparte que logró desposar a una hija de la familia que lo acogió en tiempos difíciles”.
Asimismo, el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México, de la UNAM, posee el retrato de un todavía joven Juárez durante la Guerra de Reforma (1857-1861), posiblemente durante la primera vez que ejerció la presidencia de forma provisional –pues era el presidente de la Suprema Corte de Justicia–, tras el golpe de Estado al gobierno de Ignacio Comonfort.
En dicha fotografía aparece con su levita negra, sentado y mirando de perfil, una pose elegida “para reafirmar su investidura como presidente”, propósito que se deja entrever en otros retratos, entre ellos uno donde aparece de pie apoyando su brazo sobre una columna (1861-1862), la cual se reprodujo en tarjetas de visita y publicaciones periódicas nacionales y extranjeras.
De esta manera, el prócer se presenta en un caleidoscopio de imágenes que lo revalidan como el personaje definitorio de nuestro país en muchos aspectos; de suerte que “Juárez es el verdadero héroe, el único del que celebramos su natalicio, él único que no murió fusilado o víctima de una asonada, como fueron los casos de Emiliano Zapata y Francisco Villa, o el de los insurgentes”, concluyó el historiador.