Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Con cariño para PERITA
Una de las enfermedades más temidas y de algún modo menos conocida en el mundo es el Cáncer.
Su pura presunción ha sido, durante muchos siglos, sinónimo de incertidumbre, dolor, impotencia y muerte.
Estudiosos de todos los tiempos han buscado su origen, pero solo han encontrado “factores de riesgo o predisponentes” por lo continúa siendo motivo de debate todo lo que se relaciona a él.
Está claro que el cáncer se manifiesta por un desorden en la forma, tamaño, diferenciación y velocidad reproductiva de las células.
Expertos afirman que la disminución de las defensas del organismo, cualquiera que sea la causa, es aprovechada por virus “oportunistas” para alterar el patrón reproductivo de las células, su comportamiento y vida.
Otros aseguran que el cáncer se relaciona con las emociones y de manera especial refieren que es una manifestación de ira, estrés y depresión.
Hay quienes dicen que es consecuencia de factores irritativos crónicos que alteran a las células y se expresan en tumores malignos.
Por supuesto que el tipo de alimentación, ácida o alcalina, consumo de tabaco, ingesta de cierto tipo de hormonas, productos “procesados”, exposición a elementos de radioactividad y drogas tóxicas contribuyen a su llegada e instalación en el organismo.
No se puede negar la “importancia” o factor predisponente que significa la herencia genética de esta enfermedad, por lo que quienes tienen algún antecedente familiar deberá ser cuidadoso y estar atento a cualquier manifestación para detectarle a tiempo.
A esto se le denomina “factores de riesgo” que si bien no son absolutos si suelen tener importancia como antecedente de esta enfermedad.
De ahí que hay quien presuma que ha fumado a lo largo de toda su vid sin ninguna manifestación de cáncer, en tanto que otros que lo padecen en los pulmones jamás han fumado.
En mi formación profesional como Médico tuve la oportunidad de realizar estancias de capacitación, por 5 años, en el Hospital de Oncología del Centro Médico Nacional del IMSS, teniendo la grata tutoría de renombrados especialistas como los Doctores Gustavo Gallegos Vargas, Ricardo Romero Jaime, Juan López Cueto, Guillermo Cassab, Luis Krausse y Roberto Garza, todos ellos de muy grata memoria.
Triste y coincidentemente varios de ellos fallecieron por cáncer por lo que llegue a cuestionarme si esta enfermedad sería “contagiosa”, pero al parecer solo fue una desafortunada coincidencia.
El cáncer no respeta clase social, religión, ideología política, sexo, complexión física, edad, a ricos o pobres, sino que puede “invadir” a cualquier ser humano causando estragos en su salud.
El cáncer puede aparecer en prácticamente todos los tejidos del organismo, aunque los más frecuentes suelen ser el útero y la glándula mamaria en la mujer, en tanto que próstata, estómago y pulmón en el varón.
Existen algunas variedades que se manifiestan en la niñez y otros que suelen presentarse después de la cuarta década de la vida.
Las hay de larga evolución y de extrema agresividad que acorta la vida de quienes lo padecen sin que nada ni nadie lo pueda detener.
La preocupación de los científicos y médicos de todo el mundo por “prevenir”, detectar y tratar esta enfermedad ha provocado múltiples avances en el arsenal diagnóstico y en el tratamiento por lo que cada vez son más los casos de curación, sobre todo cuando se le “descubre” en sus etapas iniciales.
Una vez detectado es necesaria la integración de un equipo multidisciplinario para enfrentar la enfermedad con mayores posibilidades de éxito.
La experiencia y conocimientos del cirujano, el radioterapeuta, oncólogo clínico, patólogo, nutriólogo, internista, psicólogo y demás especialistas involucrados deberán ponerse al servicio del paciente con liderazgo, ética y amor al prójimo, sin protagonismos ni egos extremos ya que lo primordial es lograr derrotar, en lo posible, al cáncer.
Por supuesto la “comunicación” con Dios, cualquiera que sea el concepto de él para el paciente y los médicos tratantes, es muy importante ya que brinda consuelo, compañía y esperanza.
Siempre habrá de tenerse presente que “existen enfermos y no enfermedades”, lo que significa que cada persona es única por lo que siempre se deberá actuar con responsabilidad y durante toda la vida, en la aplicación de medidas preventivas y de diagnóstico temprano para evitar padecer las consecuencias de esta mortífera patología, jamás pensar: “A mí no me puede pasar”, hacerlo podría costar la vida.