El Porvenir de Cuitzeo

“A las mujeres no hay que entenderlas, “solo” amarlas” RDR’

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Dr. Rogelio Díaz Ortiz

En los últimos días hemos sido “bombardeados” por mensajes de todo tipo de quienes aspiran a obtener alguna candidatura a puestos de representación política.

En ellos observe la presencia de liderazgos frescos e innovadores, pero también algunos anquilosados y resistentes al cambio, de quienes representan más de lo mismo y de quienes parecen ser “nuevas caras”, proyectos y visiones.

Tal suceso provocó en la conciencia personal y colectiva la necesidad de reflexionar respecto al ansiado liderazgo que la sociedad contemporánea reclama.

Por supuesto que tratar el tema del liderazgo es una gran responsabilidad, por ser uno de los fenómenos humanos más antiguos y trascendentes, uno de los temas más investigado y publicado por muy diversos autores, en casi todas las épocas, corrientes y latitudes.

El termino liderazgo tiene varias interpretaciones y confusiones que vale la pena aclarar.

En el lenguaje tradicional, tanto en empresas como en instituciones gubernamentales o grupos organizados, liderazgo es equivalente a tener mando, poder o algún nivel de responsabilidad en el entorno laboral, social o familiar.

Liderazgo es la acción de influir en los demás; denominamos líderes a aquellos que dirigen a otros con su poder personal, intelectual, psicológico o emocional.

Aunque de manera personal prefiero referirme a ellos como quienes han desarrollado la habilidad de combinar razón y corazón, quienes logran cautivar el interés y la confianza de los demás para seguirles en la consecución de metas superiores.

A los que tienen la capacidad de optimizar las cualidades de sus seguidores, estableciendo metas comunes, diluyendo aparentes diferencias y aplicando el viejo paradigma de que… el líder no manda sino convence. 

El líder que reclama la sociedad del siglo XXI debe hacer del liderazgo una oportunidad para servir, para transformar lo común y corriente en extraordinario, lo bueno en excelente, lo imposible en cotidianidad.

Hoy vivimos una sociedad globalizada, más culta y compleja que exige hacer del liderazgo una herramienta no solo de distinción, sino de competitividad y éxito.

La democracia pide nuevas formas de participación y exige de sus líderes conducción y congruencia expresadas en transparencia y rendición de cuentas, con carisma, pero con resultados.

Esta exigencia se ve todavía más complicada por la velocidad con la que vivimos, con inmensa cantidad de información, cambios constantes en valores y paradigmas, con la necesidad de experimentar un proceso ágil y casi inmediato de adaptación, no solo para sobrevivir, sino para destacar y mantener intacta posición y status.

Por los cuatro puntos cardinales del planeta se buscan líderes que conduzcan y orienten a sus naciones, instituciones, organizaciones y grupos hacia una nueva sociedad en constante movimiento y transformación.

Suele ser recurrente la pregunta ¿El líder nace o se hace? … si los líderes nacen, es necesario buscar dónde se encuentran; cómo los detectamos y los promovemos para que tomen sus puestos.

Si se hacen, entonces existe la alternativa de formarlos y capacitarlos, de promover su desarrollo, de encontrar fórmulas para propiciar dirigentes en todos los niveles de las organizaciones y de las instituciones.

De manera personal creo que el líder no nace ni se hace, sino que surge de la decisión personal de quien simplemente decide tomar esta investidura y ejercerla.

Los más exigentes afirman que el nuevo milenio requiere de un líder dotado de conciencia ambiental, es decir quien posea clara la visión de convivencia de modernidad con naturaleza, desarrollo con sustentabilidad, direccionando sus acciones en la construcción de una nueva cara del medio ambiente; no sólo del ambiente físico y material, sino del ambiente psicológico y social de las comunidades.

Los hay quienes reclaman que el líder de este siglo debe poseer también un alto sentido de espiritualidad para que su visión sea holística. 

Aunque vale la pena dejar claro que los mejores líderes no son necesariamente los más listos, fuertes o agresivos de un grupo, sino los que son más eficaces en el manejo de las interacciones sociales, quienes tienen plenamente desarrollada la inteligencia emocional, son resilientes, poseen mente abierta y hacen de la unidad en la diversidad un paradigma que rige su día a día.

El que ha entendido que el fracaso es la mejor oportunidad de crecer y aprender, el que sabe que cada fracaso le acerca a la meta que se ha propuesto.

Sin duda, estimado lector, Liderazgo es y será un tema siempre inacabado por lo que será motivo de más y profundo análisis en futuras colaboraciones.

Con genuino respeto y admiración dedico estas líneas a TODAS las mujeres bajo cuyo liderazgo se construye la “nueva realidad” en nuestro país, a las que ejercen su liderazgo educando a sus hijos, “administrando” su hogar, laborando con responsabilidad, innovando, creando y provocando todo cuanto acontece en nuestro país, “pensando… hablando y actuando bien por México”

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