Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Sin duda es un día especial en la conciencia colectiva de los mexicanos al recordar los trágicos acontecimientos sucedidos en Tlatelolco en el lejano 1968.
Son muchas las versiones, mitos, motivos y personajes involucrados en la matanza del grupo estudiantil congregado en la Plaza de las Tres Culturas, a unos pasos de la Secretaria de Relaciones Exteriores en la ciudad de México.
Faltaban escasos días para la inauguración de los Juegos Olímpicos por lo que los ojos del mundo estaban puestos en todo cuanto acontecía en nuestro país.
El movimiento de “rebeldía estudiantil” tuvo antecedentes importantes en la ciudad de Morelia, pero también en países como Francia, ante el descontento de los jóvenes por la limitación de sus derechos humanos, la forma violenta con que eran reprimidos, así como las acciones grotescas de las autoridades vulnerando la autonomía universitaria.
El artero ataque se convirtió en un parteaguas en la historia del país, sus repercusiones sociales y políticas se expresaron desde el día siguiente, sin que en el momento actual, se conozca la verdad absoluta de los hechos, sus autores intelectuales e incluso materiales.
Se habla de intromisión de agencias norteamericanas con la intención de provocar un golpe de estado, se dice que grupos comunistas internacionales influyeron en el movimiento estudiantil, se culpa a soldados y granaderos, pero al igual que en la tragedia de Ayotzinapa se “construyo” una verdad que nadie cree.
Con maquillaje mediático y una gran inversión económica se callo a los medios de comunicación, se recibió a las delegaciones deportivas, se soltaron miles de palomas blancas, se invocó a la paz y en él Estadio Universitario se llevó a cabo la declaratoria inaugural de la XIX Olimpiada en octubre de 1968.
El presidente de la república, Gustavo Díaz Ordaz, asumió el costo político y nadie lo defiende, pero tampoco hay quien lo considere el único culpable de esta criminal afrenta a la paz social, a la libertad de pensamiento y al derecho a la vida.
02 de octubre, es un día que no se olvidará porque una mujer, Claudia Sheinbaum Pardo, asumió la primera magistratura del país en un hecho inédito en la historia de nuestro país.
Parte de la formación ideológica de la actual presidente de México proviene de las luchas estudiantiles, de su participación en contra de las reformas impulsadas por el rector Carpizo en la UNAM.
Mucho se ha dicho y dirá en torno al proceso que le ha llevado a ocupar tan importante cargo, la realidad es que hoy está ahí con la responsabilidad de conducir a México a un sólido presente y a un esperanzador futuro.
Propios y extraños tendrán que aceptar que las elecciones concluyeron hace muchos meses, que ha iniciado una nueva oportunidad para trasformar las malas experiencias en buenas, para tener esperanza en que las cosas mejorarán, para intentar nuevos métodos, ritmos de trabajo, estilo y liderazgo que hagan de la excelencia, las satisfacciones y los resultados positivos el día a día de nuestro acontecer.
Para ello habrá que romper ataduras y atreverse a crear una nueva realidad bajo un ejercicio auténtico de UNIDAD EN LA DIVERSIDAD, de menos discurso y más acciones, de auténticamente gobernar para todos sin que siglas, colores ni caudillos lo eviten.
Los acontecimientos económicos, políticos, sociales e incluso bélicos que enfrenta el mundo, reclaman del talento y la sensibilidad del presidente, pero también exige la unidad de los mexicanos para juntos enfrentar cualquier amenaza de desestabilización.
Existen muchas dudas respecto al presente y a las repercusiones de las reformas constitucionales recientemente aprobadas, así como de las que se presume obtendrán, en breve, la aprobación de la Cámara de Diputados y Senadores para su aplicación.
Se espera que la Presidente Sheinbaum actué con sensibilidad, liderazgo y responsabilidad para lograr equilibrios, escuchar todas las voces, propiciar acuerdos y ejercer su autoridad en favor de los mexicanos.
A nadie de quienes vivimos en México nos conviene desear el menor de los fracasos de la Presidente Sheinbaum, al contrario, debemos darle un voto de confianza y esperar que en los hechos demuestre porque gano las pasadas elecciones de manera contundente y mayoritaria.
Sin duda que el 02 de octubre es un día que forma parte de la memoria colectiva de los mexicanos y podemos afirmar que NO SE OLVIDA.