Las historias de personas en busca de familiares víctimas de desaparición forzada en México crea una atmósfera adversa permanente, esta forma de desaparición trasciende a la tierra, y ahora se da también en el agua, de ello habla el documental Bajo el lirio, de los periodistas Sandra García, Alejandro Mendoza y Karla Magaña, realizadora que estará presente en esta proyección y charlará con los asistentes.
El próximo viernes en punto de las 18:00 horas esta investigación llegará a la pantalla de la Sala Carlos Monsiváis del Centro Cultural Tijuana (Cecut), institución de la Secretaría de Cultura federal. Visibilizar esta problemática es imperativo para la ciudadanía, quien sufre le flagelo del crimen organizado, la trata de personas y el narcotráfico, desde hace varias décadas y en algunos casos al amparo del poder político que funcionarios gubernamentales les otorgaron.
El documental plantea que desde el año 2006 alrededor de cinco mil cadáveres y osamentas de personas han sido recuperados de cuerpos de agua como lagos, lagunas y ríos, lo que se refleja en el titulo y más aún, que, a la tierra, como escondite de restos humanos, se han añadido el fuego y los tambos perforados con balas.
El Río Bravo y la Presa Marte R. Gómez en Tamaulipas, la Cañada del Lobo en San Luis Potosí y el Río Nazas en Durango son señalados como los lugares con mayor número de hallazgos en esta investigación periodística que explora a profundidad el papel del agua relacionado con la desaparición forzada en México.
“Debajo de el agua yacen cientos de personas, de historias que fueron cortadas a la fuerza con violencia y conocimiento de que el agua ahogará su delito”, se puede escuchar en esta entrega periodística que salió por primera vez a flote en Ruido en la Red, plataforma de periodismo audiovisual.
Buscar a una persona en cuerpos acuáticos se torna muy complicado, los testimonios que conforman este reportaje videograbado aclaran que las formas tradicionales como uso de picos y palas deben ser sustituidos por otros instrumentos y que los protocolos, herramientas y disciplinas involucradas requieren esfuerzos de alta complejidad para personas que no son expertas, y que deben sumergirse en algo más que su dolor.