Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Ha iniciado el segundo mes del 2023, espacio en el calendario del año en el que suele magnificarse la amistad y el amor.
Fue recurrente la inclusión de la promesa de iniciar y transitar el 2023 sin odios ni rencores, con alegría, entusiasmo y empatía, aunque habremos de reconocer que uno de los retos más difíciles de enfrentar es lograr establecer adecuadas y sólidas relaciones humanas.
Quizá todo inicia con la volatilidad de la información, los nuevos códigos y formas de comunicación, la apatía de algunos y la intolerancia de otros, la perdida de tradicionales valores y el surgimiento de antivalores, todo ello a una gran velocidad que establece “nuevas” formas de ver y vivir la vida.
La interpretación entre saludo “amistoso” y acoso es una línea muy delgada que “enrarece” la relación entre compañeros, docentes y alumnos, jefes y subordinados.
El concepto de amistad suele ser muy personal, pero estarán de acuerdo conmigo en que es una relación voluntaria de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia.
No en vano se afirma que el Creador nos otorga a nuestra familia, con sus atributos y debilidades, sin posibilidad alguna de ningún cambio.
En contraste, nos brinda la oportunidad de elegir a nuestros amigos, los cuales se convierten en familia que no lleva nuestra sangre.
Los idealistas “puros” consideran que la amistad surge de afecto personal, puro y desinteresado al encontrar en otra persona identidad y confianza.
La amistad se fortalece con la cotidianidad de las acciones, el respeto por la forma de ser y pensar de uno mismo y por supuesto de la otra persona.
Se soporta en la aceptación incondicional, confianza, lealtad, sinceridad, intereses comunes y compromiso.
La amistad suele ser selectiva, se mide por la calidad más que por cantidad.
Los amigos verdaderos son aquellos que nos hablan con la verdad y no con lo que “deseamos” escuchar, señalan nuestros errores, pero nos disculpan sin condición alguna, no compiten con nosotros sino nos complementan, ven el perdón desde el corazón y no desde la razón.
Podemos afirmar que los amigos siempre están, aun cuando los demás ya se han ido.
En la cotidianidad del día a día existen momentos difíciles, dolorosos, molestos e incomodos que se complementan con instantes de extrema felicidad, satisfacción y la obtención de resultados positivos, útiles e incluso trascendentes.
En todos estos escenarios en vital dar gracias por la experiencia y conocimientos que se adquieren de cada uno de ellos, es magnífica oportunidad para darle una “cernida al árbol de los afectos” y para continuar “fortalecido” hacia adelante.
Todo ello será más fácil y gratificante si lo compartimos con nuestros amigos.
La ocasión es propicia para agradecer, desde el fondo del corazón y la luz de la inteligencia, todos los saludos, llamadas, mensajes y manifestaciones de felicitaciones, recibidas el pasado fin de semana, con motivo de la obtención del grado de Maestría en Desarrollo Humano por parte de mi querido hijo, Rogelio Cuauhtémoc Díaz Galván.
Una vez más, fui bendecido con la presencia y acompañamiento de mis amigos, por lo que la experiencia vivida fue por demás satisfactoria y altamente gratificante.
Nuevos tiempos, nuevas reglas, nuevos individuos y nuevos valores obligan a quienes vivimos en este siglo y aldea global a magnificar coincidencias, diluir aparentes diferencias, tener mente abierta y gran capacidad de adaptación de lo contrario será imposible que surja o se mantenga una amistad.
Contar con, al menos, un amigo es un tesoro que debemos aquilatar, conservar y valorar.
Deseo a quienes nos leen o escuchan un extraordinario mes del amor y la amistad.