El Porvenir de Cuitzeo

“Vida solo hay una” Voz popular

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Dr. Rogelio Díaz Ortiz

Cuando creímos que teníamos todas las respuestas nos cambiaron las preguntas. La naturaleza nos ha recordado su fuerza, vitalidad y presencia evidenciado nuestra fragilidad.

Nuevamente hemos sido impotentes testigos de los estragos causados por ciclones, terremotos, lluvias atípicas y contrastantes zonas áridas.

Mientras se organizaban ceremonias para recordar a los muertos y se realizaban simulacros, la naturaleza decidió manifestarse a través de un “temblor” que según las mediciones de Richter alcanzo los 7.4 grados, teniendo como epicentro Coalcomán, Michoacán.

La memoria colectiva de inmediato recordó las tragedias de los sismos de 1985, 2017 y 2021, todos ellos con más de siete grados y coincidentemente en el noveno mes del año.

El temblor “sufrido” durante esta semana, volvió a desnudar la poca seriedad y responsabilidad con que se atiende a este fenómeno ya que al ejecutar el protocolo de simulacro se pudo observar, en muchos lugares la ausencia de señalización, improvisación, el mal funcionamiento de las “bocinas” que anuncian la llegada de un sismo, así como la manera poco ordenada y formal de atención por parte de los ciudadanos.

En los sitios más afectados, aparentemente en los Estados de Colima y Michoacán, las acciones ciudadanas rebasaron, como siempre, con mucho a las autoridades ya que mientras hombres y mujeres, jóvenes y adultos hicieron presencia de inmediato para expresar solidaridad y apoyo, los gobernantes llegaron en búsqueda de la mejor foto y con mensajes poco congruentes a la urgencia del momento.

Especialistas y profanos se preguntan nuevamente sobre las causas que han provocado el “enojo” de la naturaleza.

Las respuestas han sido muy variadas, pero en todas se reconoce el constante daño causado al planeta y que ha tenido como sutil respuesta el anunciado cambio climático, el cual dejo de ser amenaza para convertirse en cruda y dolorosa realidad.

La alteración del biorritmo de la tierra causado por la contaminación del aire, agua, paisaje y entorno en general ha prendido los botones de alarma en angustiante llamado para revertir la situación.

Las pruebas nucleares realizadas en otras latitudes han contribuido a lo que hoy padecemos y genera un exigente llamado para que cesen en su totalidad.

La deforestación de nuestros bosques y selvas provocado por la construcción de hoteles y vías férreas, como sucede en el sureste de nuestro país, la industrialización sin control, el derroche de energía, la acumulación de basura, la corrupción que permite la construcción de espacios públicos, escuelas, casas y edificios con materiales de dudosa calidad, el asentamiento de viviendas en los bordes de los ríos, el deficiente mantenimiento a las calles, carreteras y caminos, el discurso por encima de los hechos, la simulación en la aplicación de medidas de prevención de desastres, el rating por encima de la verdad es todos ellos ingredientes de la desgracia que hoy vivimos.

Muchas voces afirman que todo se debe a una nueva frecuencia energética de la Tierra, otros más señalan que son accidentes aislados, aunque en contraste hay quien comenta que se avecinan sucesos similares o incluso de mayor intensidad, recordando que México forma parte de una zona sísmica de alto impacto.

Unos más dicen que es un llamado a nuestra conciencia para tratar con respeto y amor al planeta; para dar importancia a lo que realmente lo tiene, para vivir con intensidad, paz, armonía, respeto y amor en jornadas renovables de 24 horas.

Hoy este nuevo “saludo” de la naturaleza nos debe motivar para reconocer el tesoro de la vida, olvidar diferencias, valorar amigos, patrimonio y familia.

Sin ningún sesgo político partidista se exige el restablecimiento del Fondo Nacional para desastres que recientemente fue extinguido por el gobierno federal.

No existe claridad sobre la posibilidad legal de hacerlo, pero si la necesidad de voluntad política para que se realicen las reformas legales necesarias para que sea posible, cuando menos en un porcentaje razonable.

Más allá de este apartado político  no olvidemos la lección que el planeta nos ha dado, de ello depende nuestro presente y futuro.

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