Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Uno de los fenómenos sociales cada vez más recurrente en el mundo es la migración.
Observamos la crudeza con que miles de seres humanos intentan encontrar mejores oportunidades de empleo, educación, salud y seguridad por lo que abandonan su lugar de origen retando al destino de manera individual o formando numerosas caravanas de seres que se identifican con su aspiración.
Atrás de queda su hábitat, familia, amigos y apegos para dar paso a la violeta realidad del rechazo, la xenofobia y la desigualdad.
A Europa llegan cada año miles de africanos y asiáticos para ocupar los espacios laborales que los naturales del lugar ya no atienden, lo mismo por su edad que por ser los que menos pagan y más demandan de esfuerzo físico.
La población original europea ha “envejecido” y no se ha renovado al ritmo que sus fábricas, campo y empresas requieren, por lo que se han visto en la “necesidad” de abrir sus fronteras y enfrentar una lenta pero efectiva tras culturalización expresada en el idioma, costumbres y tradiciones, hasta llegar a observarse cada vez más numero de mezquitas que de iglesias.
Los Estados Unidos de América es una nación de amplia tradición migrante, no en vano es el resultado de la amalgama de “oleadas” italianas, irlandesas, hindúes, orientales, africanas y por supuesto del resto del continente americano, sin menoscabo de la totalidad del planeta.
Hemos escuchado repetidamente al presidente López Obrador “presumir” que se ha rebasado, en varias ocasiones, los registros históricos de divisas que, desde el extranjero, de manera especial de Los Estados Unidos, llega a México convirtiéndose en un extraordinario “amortiguador” económico, sin el cual seguramente estaría el país sufriendo graves efectos económicos e incluso pobreza extrema.
Pero esto que alardea el titular del ejecutivo, no es un logro del gobierno sino es el resultado del esfuerzo que nuestros connacionales realizan en el extranjero y que a base de “sacrificios” personales envían dólares a sus familiares para ayudarles a enfrentar la crudeza de la falta de empleos y de una muy “lastimada” economía local.
Michoacán posee extraordinaria ubicación geográfica, magnifica biodiversidad, ricas tradiciones, excelencia cultural, artesanal y gastronómica que le han valido el reconocimiento internacional de la UNESCO al designarle como patrimonio de la humanidad.
Es también, tierra de contrastes que orilla cada año a cientos de personas a dejar sus localidades y separarse físicamente de su familia y seres queridos, para intentar alcanzar el denominado sueño americano en Los Estados Unidos o inclusive más al norte en Canadá.
Hoy en día, es casi imposible encontrar una familia michoacana que no tenga un familiar, por lo menos, laborando de manera legal o ilegal en los vecinos países del norte, por lo que las remesas generadas por su trabajo se han vuelto fundamental para la economía local.
La presencia de grupos delincuenciales en algunas latitudes de la geografía michoacana ha provocado que algunas comunidades semejen “pueblos fantasmas” ya que sus habitantes han “huido” del lugar y se encuentran en la lista de quienes solicitan visas humanitarias para continuar su vida.
Pero el fenómeno de la migración no es privativo de los humanos, desde épocas inmemoriales diferentes especies de animales migran por temporadas a los mares, lagos, playas, bosques y montañas michoacanas para reproducirse y cumplir su ciclo de vida.
De esta manera, a las costas michoacanas arriban miles de tortugas para desovar sus huevos, a la sierra del oriente llegan provenientes de Canadá millones de mariposas monarca y que decir de las parvadas de pelicanos borregones que llegan a la isla de Petatán en el Lago de Chapala.
Curiosamente la migración de las tortugas, mariposas monarcas y pelicanos borregones, por solo citarles como ejemplo, es considerado un “milagro” de la naturaleza que atrae la atención y el interés del turismo de todo el mundo.
Esto representa una magnífica oportunidad para reactivar la economía, generar fuentes de empleo y mitigar el éxodo de michoacanos hacia otros puntos del país y del extranjero.
Para potencializar lo anterior, es fundamental la conservación del medio ambiente, pues hoy en día la tala clandestina, la contaminación de los mantos acuíferos o el cambio de uso de suelo han puesto en riesgo la existencia de las especies endémicas y por supuesto de las que nos visitan.
Michoacán requiere posicionarse nuevamente como un referente turístico y lo puede hacer como un destino ecoturístico, involucrando a las comunidades en el cuidado y mantenimiento del medio ambiente, generando adicionalmente prestación de servicios con calidad y calidez, con sustentabilidad y organización logrando con ello un auténtico ejercicio de ganar – ganar.
El programa “Palomas Mensajeras” fue un buen intento del gobierno de Silvano Aureoles por mantener vinculados a los michoacanos con sus raíces y tradiciones, para buscar “alianzas” económicas con quienes se sienten orgullosos de ser michoacanos, aunque vivan en el extranjero.
Ojalá que el recién llegado al solio de Ocampo, Alfredo Ramírez Bedolla, establezca en su agenda de trabajo y proyecto de gobierno acciones contundentes alrededor de la migración.
Es fundamental que de manera estratégica y auténtica se valore el fenómeno migratorio para identificar y potencializar fortalezas, diluir debilidades, resolver amenazas y aprovechar oportunidades.