Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Durante la presente semana se conmemorará un aniversario más del nacimiento del “Siervo de la Nación” por lo que es un magnifico pretexto para compartir con nuestros amables lectores una breve semblanza de tan importante personaje.
José María Teclo Morelos Pérez y Pavón, nació el 30 de septiembre de 1765 en el centro histórico de la antigua Valladolid.
De inteligencia sobresaliente Morelos no realizo estudios de primaria, sino que su madre le enseñó a escribir.
Desarrollando en la práctica multi habilidades que le llevaron a ser escribiente en la Hacienda de su tío, Felipe Morelos, más tarde se desempeñó como atajador de arrieros, comprando y vendiendo mercancía.
A la edad de 25 años, ya con tres hijos, ingresó al Colegio de San Nicolás Obispo donde fue discípulo del cura Miguel Hidalgo y Costilla.
Tras cinco años de estudios, el 8 de marzo de 1795 Morelos se graduó del Seminario Tridentino con el primer lugar de la clase, y en diciembre recibió las órdenes menores, pero fue hasta enero de 1796 cuando recibió licencia para predicar, siendo ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1797.
De inmediato se le comisionó como Cura interino en Churumuco.
El 12 de marzo de 1799 fue nombrado Cura de San Agustín Carácuaro y Nocupétaro con un salario de 24 pesos y tres reales.
Sin duda que Morelos supo descifrar con precisión su momento histórico y responder a las necesidades entonces vigentes.
Con esa delicada percepción se adelantó a su época provocando profunda huella y permanente enseñanza entre sus colaboradores, feligreses y todo aquel que lo conoció llevando siempre en cada momento y cada acción el deseo de servir con responsabilidad a construir un México con independencia, libertad, crecimiento económico, desarrollo y paz social.
Al iniciar el movimiento de independencia fue comisionado por Don Miguel Hidalgo, el 20 de octubre de 1810, como Jefe Insurgente en el Sur de México, con instrucciones precisas para cortar la estratégica comunicación comercial de la Nueva España con los países de Asia Oriental, por lo que una de sus principales encomiendas fue tomar el puerto de Acapulco.
De inmediato armó a 16 indígenas de Nocupétaro y a nueve de a caballo de Carácuaro, conformando al primer ejército que le siguió en su lucha por la independencia.
Obtuvo importantes triunfos para la causa insurgente convirtiéndose a la muerte de Hidalgo en el líder natural del movimiento libertario.
Su innata capacidad de convocatoria le llevo a integrar un numeroso ejército de indígenas, negros y mulatos con el que logró controlar los territorios que ahora ocupan los estados de Michoacán, Morelos, Puebla, Oaxaca, Guerrero y Veracruz.
De férreo carácter Morelos evito que la lucha decayera o solo se librara en el campo de batalla.
De ahí que de manera estratégica reuniera a importantes intelectuales para integrar el primer cuerpo legislativo en la historia de nuestro país.
Chilpancingo y Apatzingán fueron escenario para la presentación del emblemático documento denominado “Sentimientos de la Nación”, el cual consta de 23 artículos en los que se resalta la soberanía del país, la libertad de los indios y la religión católica como la única que debe existir en México.
Bajo este espíritu se crea la Constitución de 1814, documento sobre la cual se fundamentó la moral y la política durante los arduos años que siguieron.
Sin duda alguna que estos y otros escritos le otorgan el privilegio de no morir nunca, ya que, a los ávidos ojos del estudiante de siempre, Morelos representa la presencia inmortal del pensador, que plasmó ideas y sabiduría trascendiendo tiempo, distancia, fronteras y la propia muerte.
Todos los cargos que desempeñó tuvieron importancia únicamente porque los utilizo para servir a su país, como instrumentos para concretar los proyectos que sabía estaba destinado a realizar.
Consciente de su dimensión humana logro darle sentido histórico a esa praxis, dado que supo colocarse frente a su realidad y asumirla para intervenir en ella, en una clara intencionalidad de transformarla; pensando, construyendo y provocando el futuro.
Morelos fue congruente a su ideal de legalidad al rechazar títulos y honores aceptando ser, tan solo, el custodio del Gobierno Insurgente.
El historiador José Fabián Ruiz afirma que «Morelos hizo toda la lucha de Independencia a caballo y sólo se bajó para morir de pie»
Tras varias derrotas, fue capturado el 5 de noviembre de 1815 en Temalaca, por el coronel Manuel de la Concha, fue juzgado por la Inquisición, y finalmente fusilado, el 22 de diciembre de 1815.
De manera contundente puedo afirmar que la semilla sembrada por el ilustre vallisoletano ha germinando y dado frutos; su actuar y su pensar continúan intactos al igual que la llama de la esperanza que no se ha extinguido, sino que brilla cada día más en el discurso, la memoria y el actuar de todos aquellos que al igual que él amamos a México.
En justo y contundente homenaje su ciudad natal, Valladolid, cambio su nombre por el de Morelia para de esta manera honrarle por siempre, convirtiendo su nombre en referencia, su historia en leyenda y su ejemplo en inspiración, reto y ejemplo para las generaciones de mexicanos que reconocemos el valor de su esfuerzo y le recordamos con admiración cada 30 de septiembre.
Esta fecha tiene, además, en este momento la coincidencia de ser el fin del período gubernamental de Silvano Aureoles Conejo y de manera simultanea representa el inicio del ciclo de gobierno a cargo de Alfredo Ramírez Bedolla.
Al gobernante que se va lo juzgará la historia y quien llega tiene la oportunidad de dar puntual respuesta a las demandas de empleo, salud, educación y seguridad que anhelan los michoacanos.
Atrás deben quedar diferencias para dar paso a un autentico ejercicio de “unidad en la diversidad”, solo así todos quienes “vivimos” en Michoacán tendremos oportunidad de darle certidumbre al presente y transitar con esperanza en el futuro.