Considerado el mejor pintor académico en la transición de los siglos XIX al XX; uno de los primeros artistas en realizar obras con temas históricos vinculados a la época de la Conquista, que contribuyeron a dar identidad a la pintura nacional; destacado retratista y paisajista, además de maestro de Diego Rivera, son algunos de los atributos del creador michoacano Félix Parra Hernández, cuyo legado es recordado este 17 de noviembre al cumplirse el 175 aniversario de su nacimiento.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) recuerdan a través del Museo Nacional de Arte (Munal) -recinto que alberga en su colección general obras de este artista, como Galileo en la Escuela de Padua demostrando las nuevas teorías astronómicas (1873), Fray Bartolomé de las Casas (1875) y Un episodio de la Conquista (1877)- su producción pictórica con influencia de corrientes como el modernismo y el Art nouveau en los inicios del siglo XX.
Originario de Morelia, Michoacán, donde nació el 17 de noviembre de 1845, Félix Parra Hernández comenzó estudios de dibujo a los 16 años en el Colegio de San Nicolás, bajo la guía del pintor Octaviano Herrera, quien fue discípulo del artista catalán Pelegrín Clavé (1811-1880) en la Ciudad de México.
En 1864 se trasladó a la capital del país y sus dibujos comenzaron a registrarse en las exposiciones de los estudiantes de la Academia de San Carlos a partir de ese año. Ahí aprendió un estilo académico-clasicista, característico de la tradición de Santiago Rebull Gordillo, quien fue maestro y director de la Academia de San Carlos, y José Salomé Pina, una de las principales figuras del arte mexicano del siglo XIX.
La primera obra original de Parra Hernández, merecedora de un galardón en la bienal de la Academia, se tituló El cazador (1871), en la cual representó al joven Cupido de la mitología romana, recargado en un tronco y sosteniendo en su mano derecha su arco, y en la izquierda, un ave muerta.
Obra emblemática
Posteriormente, en 1873, en su segundo trabajo presentó el citado cuadro Galileo en la Escuela de Padua demostrando las nuevas teorías astronómicas, caracterizado por la fineza en cada detalle, de líneas, de luz, de colorido, con conocimiento del claroscuro que causó la admiración de quienes acudieron a la exposición en la que se presentó. En este óleo el artista representa una de las figuras más emblemáticas en el contexto de enfrentamiento entre la fe y la ciencia
Cabe añadir que las temáticas de las obras artísticas de este periodo oscilaron entre lo religioso, bíblico, retratos, bodegones y temas costumbristas.
Maestro de Rivera, Murillo y Ruelas
Sin embargo, como resultado de su trabajo, en 1878 fue becado por la Academia para continuar sus estudios en Francia e Italia, donde conoció nuevas técnicas vanguardistas y corrientes como el simbolismo o el impresionismo, aunque Parra se inclinó por el modernismo y el Art Nouveau.
Su aprendizaje lo transmitió a su regreso a la Academia de San Carlos, a finales de 1882, como maestro de dibujo de ornato, donde tuvo como alumnos a Diego Rivera, Gerardo Murillo Dr. Atl, Julio Ruelas Suárez y Manuel Pastrana González, entre otros, quienes luego se convertirían en destacados artistas plásticos. También fue miembro de la junta directiva de esta institución.
Entre las obras del artista michoacano destaca la pintura del plafón central del Salón de Cabildos del Antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de México, creada en 1893 como una alegoría de la Patria.
Además del óleo, desarrolló una producción de acuarelas, llenas de colorido y luz; en ellas plasmó, principalmente, retratos, paisajes semirurales, urbano cosmopolitas y escenas costumbristas afrancesadas. Félix Parra Hernández, considerado el mejor pintor académico de Michoacán en la transición del siglo XIX al XX, falleció el 9 de febrero de 1919 en Tacubaya, Ciudad de México.